jueves, 6 de agosto de 2015

Eva María

En el andén la mamá le dice a una niña como de 10 años "salte mamita, salte" y como si de una perrita se tratara la niña salta y se sacude,  de las cholitas sale arena que se queda pegado al vinil de piso. 

 Caracas tiene la particularidad de ser una gran urbe cerca del mar, una autopista extraordinaria construida en la década del cincuenta del siglo pasado, te pone en tan sólo 35minutos con los pies en la arena. 

  Estamos en época de vacaciones y la gente que no sabe qué hacer con los muchachos, entonces  se los lleva a jugar un rato en la playa. En la estación La Paz hay un servicio de metrobús que es bastante económico y deja a las personas a los balnearios más populares. Así que por estos días es muy común ver a familias completas con sus atuendos playeros. Uno de los personajes más comunes es el papá barrigón con la toalla curtida sobre el cuello, cholas petroleras (sandalias de plástico rústico de color negro)  y una cava de anime, lo acompaña la esposa pasada de kilos con piel de naranja en las piernas, bueno decir piel de naranja es  ser conservador, las piernas se parecen más a un sofá capitoneado, ella luce un bello short de bluyin que alguna vez fue azul, con los remaches oxidados y el cierre sujetado con un pedacito de papel para que no se le baje. A los niños los llevan en pijama, o con ropita de andar en casa, mientras más viejita esté como que es mejor, imagino que es para que no se le dañe con la sal. 
Por momentos siento que estoy en un capítulo del Chavo cuando la vecindad se va a pasar unos días en Acapulco.

 La niña que se saltaba en el andén se sienta a mi lado; huele a sal con aceite de coco. Le dice la mamá que le duele la barrigita y la mamá en lugar de preocuparse le dice “eso te pasa Eva María por comer tanto huevo sancochado, nada más a ti se te ocurre cometerte 6 y dos sándwich con diablitos y chiswis, pasaste todo el día empiná en l botella de fresco, raro fuera que no te doliera”.
  El papá que está sentado justo en frente, en mitad del recorrido entre estación y estación se pone de pie, se afloja la cuerdita del short y se mete la mano, su cara se trasfigura y se nota que lo que está sintiendo es placer, me hizo recordar a la cara de Amélie Poulain metiendo la mano en el saco de arvejas (por cierto tengo tiempo con ganas de comer arvejas pero no hay) del interior del short un grueso hilo de arena se desprende y en los altavoces suena “reloj no marques las horas” ¿Casualidad? No sé pero, lo que sí no es casualidad es el olor a pedos que me llega de repente, resoplo me rasco la nariz y recuerdo los 6 huevos sancochados de la carajita. La mamá se percata del olor y la mira desconcertada, pero ante mí queda en evidencia, usa la misma técnica que yo para hacerse la pendeja.

 El papá abre su bocota para anunciarnos, que cuando llegue a casa se va tener que echar un baño, noto cierto tono de resignación, sus inflexiones son las de alguien que no está convencido del todo de algo que debe hacer. Entonces la niña comienza a llorar y me asusto, temo tanto que a la niña se la haya salido una sorpresa, no sé si debo parame y evitar la catástrofe. Afortunadamente fue una falsa alarma, la niña llora porque no se quiere bañar, argumenta que ella ya se bañó todo el día y lo único que quiere es dormir.

El papá la tranquiliza diciéndole que si llegan muy cansados se acuestan así. La mamá sigue fingiendo que no está ahí, a pesar del escote y el tatuaje mal hecho en el seno derecho, aún le queda un poco de vergüenza.  Entonces como quien regresa de un mal sueño pega un grito ¡La patilla!  Y papá grita ¡coño la dejé!


Viste ahora no nos van a creer que fuimos a la playa, entonces sin darme cuenta el que abre lo bocota soy yo y digo ¡Noooooooooooooo vale no se les nota!!! 

martes, 4 de agosto de 2015

El viaje perfecto

El viaje perfecto    

 Hay días, en los que por suerte o no,  me toca viajar en el vagón de la gente bonita, en esos días busco la forma de esconderme para no tener que ver la realidad que me golpea en las ventas que fungen de espejos.
  Hoy parece un día de fiesta, todo el mundo viene acicalado, las mujeres usan tacón y los hombres   corbatas  y chaquetas, todos parece venir de la peluquería, se ven frescos y huelen muy bien, las mujeres están maquilladas como para un concurso de belleza y los hombres se quitaron la barba.
 Hoy nadie está comiendo tostones con ajo,  no hay vendedores de chicles y los mendigos se los llevó la Misión Negra Hipólita ¿O debo decir afro descendiente?
  Hoy la música parece de Buda Bar  o el Hotel Costes, el aire acondicionado está en la temperatura perfecta, el vagón está lleno pero quedan algunos puestos, como puedo me diluyo  para no ser visto en uno de los asientos reservados para ancianos, ancianas, minusválidos, minusválidas mujeres embarazadas y hombres embarazados. Sí, no hay de que asombrase, eso lo dijo el otro día un tipo por los altavoces del tren y cuando me reí  como yo solamente sé hacerlo todo el mundo me miró como bien feo, me sentí mal pero se me pasó rápido porque comprobé la teoría de que soy yo el único que escucha  la música  y los anuncios del metro.

  En este viaje todo parecer ser tan rápido como en el AVE. Está vez  el tren no se arrastra por los rieles, flota con tirado por globos de helio.  Todo el mundo parece divertirse, los que entran saludan sonrientes y los hombres seden el puesto sin tener que ser insultados antes. En serio, es el tren de los bellos y yo me siento feo, mal vestido, traigo los zapatos sucios y el morral roto necesito distraerme y pienso que llegó el momento de sacar  el libro; pero alguien me mira y me dispara una sonrisa de nueve milímetros, no puedo creer que sea conmigo, caigo muerto de miedo en el asiento,  su boca es perfecta, sus ojos son hermosos, me quito los lentes para limpiarlos para poder ver mejor, pero en ese momento se abren las puertas y sale sin decir nada, entonces decido regresar a buscar en libro en el bolso roto y comienza a sonar la Habanera cantada por la Callas, todo es perfecto, el tren sigue flotando, suena un celular pero nadie responde, abro el bolso y noto que se trata de un libro de Coelho, esto debe ser un broma  pesada de algún amigo, me veo en el espejo que tanto había evitado y descubro que estoy aún en pijama, el teléfono que suena es el mío, que vaina esto es un sueño, es la alarma que me indica que es hora de despertarme  para ir a trabajar y enfrentar mi diaria pesadilla.