martes, 4 de agosto de 2015

El viaje perfecto

El viaje perfecto    

 Hay días, en los que por suerte o no,  me toca viajar en el vagón de la gente bonita, en esos días busco la forma de esconderme para no tener que ver la realidad que me golpea en las ventas que fungen de espejos.
  Hoy parece un día de fiesta, todo el mundo viene acicalado, las mujeres usan tacón y los hombres   corbatas  y chaquetas, todos parece venir de la peluquería, se ven frescos y huelen muy bien, las mujeres están maquilladas como para un concurso de belleza y los hombres se quitaron la barba.
 Hoy nadie está comiendo tostones con ajo,  no hay vendedores de chicles y los mendigos se los llevó la Misión Negra Hipólita ¿O debo decir afro descendiente?
  Hoy la música parece de Buda Bar  o el Hotel Costes, el aire acondicionado está en la temperatura perfecta, el vagón está lleno pero quedan algunos puestos, como puedo me diluyo  para no ser visto en uno de los asientos reservados para ancianos, ancianas, minusválidos, minusválidas mujeres embarazadas y hombres embarazados. Sí, no hay de que asombrase, eso lo dijo el otro día un tipo por los altavoces del tren y cuando me reí  como yo solamente sé hacerlo todo el mundo me miró como bien feo, me sentí mal pero se me pasó rápido porque comprobé la teoría de que soy yo el único que escucha  la música  y los anuncios del metro.

  En este viaje todo parecer ser tan rápido como en el AVE. Está vez  el tren no se arrastra por los rieles, flota con tirado por globos de helio.  Todo el mundo parece divertirse, los que entran saludan sonrientes y los hombres seden el puesto sin tener que ser insultados antes. En serio, es el tren de los bellos y yo me siento feo, mal vestido, traigo los zapatos sucios y el morral roto necesito distraerme y pienso que llegó el momento de sacar  el libro; pero alguien me mira y me dispara una sonrisa de nueve milímetros, no puedo creer que sea conmigo, caigo muerto de miedo en el asiento,  su boca es perfecta, sus ojos son hermosos, me quito los lentes para limpiarlos para poder ver mejor, pero en ese momento se abren las puertas y sale sin decir nada, entonces decido regresar a buscar en libro en el bolso roto y comienza a sonar la Habanera cantada por la Callas, todo es perfecto, el tren sigue flotando, suena un celular pero nadie responde, abro el bolso y noto que se trata de un libro de Coelho, esto debe ser un broma  pesada de algún amigo, me veo en el espejo que tanto había evitado y descubro que estoy aún en pijama, el teléfono que suena es el mío, que vaina esto es un sueño, es la alarma que me indica que es hora de despertarme  para ir a trabajar y enfrentar mi diaria pesadilla. 

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