El viaje perfecto
Hay días, en los que por suerte o no, me toca viajar en el vagón de la gente bonita,
en esos días busco la forma de esconderme para no tener que ver la realidad que
me golpea en las ventas que fungen de espejos.
Hoy parece un día de fiesta, todo el mundo viene acicalado, las mujeres
usan tacón y los hombres corbatas
y chaquetas, todos parece venir de la peluquería, se ven frescos y
huelen muy bien, las mujeres están maquilladas como para un concurso de belleza
y los hombres se quitaron la barba.
Hoy nadie está comiendo tostones con ajo, no hay vendedores de chicles y los mendigos
se los llevó la Misión Negra Hipólita ¿O debo decir afro descendiente?
Hoy la
música parece de Buda Bar o el Hotel Costes,
el aire acondicionado está en la temperatura perfecta, el vagón está lleno pero
quedan algunos puestos, como puedo me diluyo para no ser visto en uno de los asientos
reservados para ancianos, ancianas, minusválidos, minusválidas mujeres
embarazadas y hombres embarazados. Sí, no hay de que asombrase, eso lo dijo el
otro día un tipo por los altavoces del tren y cuando me reí como yo solamente sé hacerlo todo el mundo me
miró como bien feo, me sentí mal pero se me pasó rápido porque comprobé la teoría
de que soy yo el único que escucha la
música y los anuncios del metro.
En este
viaje todo parecer ser tan rápido como en el AVE. Está vez el tren no se arrastra por los rieles, flota con
tirado por globos de helio. Todo el
mundo parece divertirse, los que entran saludan sonrientes y los hombres seden
el puesto sin tener que ser insultados antes. En serio, es el tren de los
bellos y yo me siento feo, mal vestido, traigo los zapatos sucios y el morral
roto necesito distraerme y pienso que llegó el momento de sacar el libro; pero alguien me mira y me dispara
una sonrisa de nueve milímetros, no puedo creer que sea conmigo, caigo muerto de
miedo en el asiento, su boca es
perfecta, sus ojos son hermosos, me quito los lentes para limpiarlos para poder
ver mejor, pero en ese momento se abren las puertas y sale sin decir nada,
entonces decido regresar a buscar en libro en el bolso roto y comienza a sonar
la Habanera cantada por la Callas, todo es perfecto, el tren sigue flotando,
suena un celular pero nadie responde, abro el bolso y noto que se trata de un
libro de Coelho, esto debe ser un broma pesada de algún amigo, me veo en el espejo que
tanto había evitado y descubro que estoy aún en pijama, el teléfono que suena
es el mío, que vaina esto es un sueño, es la alarma que me indica que es hora
de despertarme para ir a trabajar y enfrentar
mi diaria pesadilla.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario