En la estación Alí
Primera, tuve que pegar una carrera para subir al vagón. Desde la semana pasada
hay operación morrocoy, eso es una pesadilla, si pierdes un tren tendrás que
esperar cuarenta minutos más en el andén hasta que llegue el próximo.
Hoy no tuve la suerte de encontrar un asiento; así que como puede saqué el
libro del bolso y cuando me disponía a
leer, escucho una voz "Buenos días señores pasajeros, que hoy todo sea
maravilloso" todo el mundo responde como con temor y recuerdo que así sonaban en mi salón de
clases en la escuela José Antonio Rodríguez López, cuando entraba la directora.
La maestra Haidee era una mujer que media un poco más de 1.80m y pesaba más de
100 kilos, siempre estaba montada en unos suecos de corcho muy altos, parecía un
gigante de cuentos o al menos para mí lo era, su sola presencia podía hacer
aflojar la vejiga de muchos, a los 9 años es muy difícil diferenciar respeto de miedo, así que cuando entraba la
directora todos temblábamos. No sé por qué pero temblábamos. Su voz era
profunda, nada dulce, pero jamás fue irrespetuosa, en mi colegio las maestras
eran tan extraordinarias, que aún las puedo recordar con lujo de detalles, sus
enseñanzas viven en mí y las practico a diario, para mí dar las buenas horas no es una obligación es un hábito, por eso creo que me molesta tanto la actitud
de los vendedores que prácticamente obligan a responder y entonces al igual que
mi salón de infancia se responde sin
tener claro si por respeto o por miedo.
Es cierto que a mucha
gente la educación se le fue a las patas,
como decía mi maestra de cuarto grado Petra de Villanueva, pero también es
cierto que algunos se la quieren dar de muy educados para ser quedar mal otros.
¿Cuantas veces han escuchado el chiste de la monja que se tira un pedo en
ascensor y cuando le reclaman responde diciendo que como nadie contesto los
buenos días pensó que estaba sola? Si
esto tuviera algo de verdad en esta ciudad todo olería a mierda, porque nadie
responde. Desde que descubrí que cuando
daba los buenos días en voz alta, todo el mundo pensaba que yo iba a pedir
dinero y en lugar de responder se llevaban la mano al bolsillo, decidí hacerme
el pendejo, entonces ahora saludo en voz
baja y sólo a los que tengo cerca eso es mejor que tírame un pedo o quedar como
un mendigo.
El señor que dio los
buenos días, resulto ser un músico extraordinario, con su cuatro y su canción
nos acompañó en el recorrido y antes de llegar a Las Adjuntas el tren explotó
en aplausos.
Mientras cambiaba de tren recordé la primera vez que me
aplaudieron fue en el preescolar, la maestra Gilda y la maestra Esthela que
luego fueron mis maestras de tercero y cuarto grado, prepararon un baile, todas
las compañeritas estaban vestidas de muñecas y yo era un el encargado de darles
cuerda. Debí memorizar un corto texto,
mirando al público decía ¿Por qué mis muñecas no bailan? Y al son de Richard Clayderman
las niñas giraban – ese carajo me persigue desde siempre- y yo
caminaba entre ellas fingiendo que era un viejo pero siendo el niño más feliz
de mundo.
La escuela fue el
primer lugar a donde deseaba ir, aunque las matemáticas no me gustaban me enfrentaba
a ellas con coraje y tratando de hacerlo bien, La Maestra Morelia Monte de Oca,
en el quinto grado C, con un dulce regaño me enseño, que lo que menos te gusta
debes hacerlo rápido, no para salir del paso, sino para tener tiempo de hacer
lo que te gusta.
De ella aprendí que las
ciencias sociales y la literatura eran lo mío. Ella también nos daba una
materia que tenía por nombre Aprender a pensar, esa cátedra fue incluida el pensum
de primaria en 1975 cuando Luis Alberto Machado ocupa el Ministerio de la
Inteligencia y Luis Manuel Peñalver era Ministro de educación, vale destacar que los ministros eran personas
preparadas y no aduladores del régimen como el actual
ministro de educación Héctor Rodríguez.
Aprender a pensar, era una forma
divertida de entender el mundo, en cada caso teníamos que identificar lo
positivo, lo negativo y lo interesantes de la cosas. Esto lo sigo aplicando en
la cotidianidad, por eso sé, que lo
negativo de viajar en metro es el tiempo que invierto en llegar desde casa al
trabajo, lo positivo es que siempre descubro cosas que puedo contar y lo interesante
es la gente que conozco a diario, gente que me hace reafirmar lo que soy y me enseña tanto como mis maestras de
primaria
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