martes, 30 de junio de 2015

Como alma que lleva el diablo

 El fanatismo religioso, siempre me ha parecido terrible. Nada lo justifica, nada lo sustenta, partir del hecho de que tu fe te convierte en un ser superior es simplemente intolerante.  Creo en la libertad de culto, soy respetuoso de la fe de otros, pero la descalificación no. ¡Eso sí que no!  
En la estación Parque Central, subió un hombre de aspecto fantasmagórico, tiene ojeras pronunciadas y está más flaco que los perros de Charallave, la camisa le queda grande, la corbata le aprieta y su presencia me da calor.
 En los últimos días, los trenes de la línea dos del metro de Caracas, están trabajando sin aire acondicionado, esto hace más duro el viaje de 45 minutos que debo hacer dos veces al día,  la presencia de este Señor era lo único que faltaba.  Comenzó arrechándose porque muy poca gente respondió las buenas noches,  a esta hora todo el mundo quiere  llegar a su casa, luego de una larga jornada  la mayoría viaja con los ojos cerrados aun estando de pie, En voz alta invocó al padre eterno,  y luego comenzó a gritar “Digan amén” nadie respondió y el hombre lanzó la primera maldición. “Maldito sea todo aquel que reniega de tu nombre” 
Cuando me arrecho, siento que un calor extremo  comienza a subirme por los pies y me explota en la cabeza,  como puedo me incorporo y me digo a mí mismo, Mi mismo no vayas armar un show que no vale pena, pero el demonio que llevo dentro me dice: “Y quien coño es ese señor como para maldecirte y anularte al punto de que tú no digas nada”  respiro y cuento hasta 45, y el hombre sigue, en su discurso comienza a relatar de como el señor lo arranco de las garras mal y mirándome fijamente a los ojos me dice: “arrepiéntete pecador”  ¡coño nos pilló! me dice el dominio,  Y sin quitarle los ojos de encima le respondo. Ok  ¿Si te digo que  estoy arrepentido te callas?
 En el vagón explota una carcajada, entonces pienso, que mierda con mi incontinencia verbal, el Señor arremeterá contra mí con toda su fuerza, si al pana le pasa igual que a mí la arrechera le está llegando al cuello, entonces siento que es hora de actuar y recuerdo que un unitario del ciclo de Rómulo Gallegos, escuché decir a Marina Baura, Quien pega primero pega dos veces. Así que sin pensarlo mucho lanzo el segundo coñazo.
Por favor no me hable tan cerca que tiene mal aliento, la carcajada explota esta vez con más fuerza y el hombre queda mudo, se tambalea y en eso abren las puertas, la gente sigue riendo y descubre que está perdido y como alma que lleva el diablo abandona el vagón.

Sonrió y miro buscando reconocimiento, siento que me van a aplaudir, pero no todo el mundo tiene los ojos cerrados.  

lunes, 29 de junio de 2015

Están lloviendo estrellas.



 En el hilo musical suena Por ti volaré y lo interpreta Andrea Bochelli.  Ella subió en las adjuntas, se veía fresca, descansada. Creo que durmió todo el fin de semana. Al entrar al tren todos volteamos a verla, pero su mirada fue directamente a hasta la de él.  
 Un chico guapo, con la barba  larga y los ojos grandes, el cabello sujetado con una cola  y unos anteojos muy grandes, parecía salido de un anuncio de revista. 
Ella ocultaba su desnudes detrás de un short muy corto y una blusa de tela casi trasparente y  sin mangas por sobre el ombligo, que por cierto es perfecto. 

 Sus ojos se encontraron y esbozaron una sonrisa, desde ese momento supe que sería inútil abrir mi libro, sentí que esta historia de amor era hoy más importante. 

Creo que no es la primera vez que se ven, es común encontrare con algunas personas en el tren si viajas siempre a la misma hora y tienes la costumbre de subir al mismos vagón porque sales  cerca de la escalera. Yo también la he visto antes, recuerdo su cabello que es tan bonito como el de Grecia Colmenares en Topacio. 

  El trayecto entre Las Adjuntas y Ruiz Pineda parece eterno, estoy seguro que es él quien está haciendo algo para que el  tren se retrase, ella lo está ignorando y a él sólo le falta pararse de manos para que  lo mire. 
 Está nervioso, se seca las manos, está buscando la manera de hablarle, pero ella es indiferente a los ojos que la invocan.  
 Él no aguanta más y le susurra algo al oído, desde de donde estoy no puedo escuchar, ella por fin voltea, se acaban de abrir las puertas en la estación Ruiz Pineda y una gordita buscando acomodarse para viajar cómoda se interpone entre los dos. 
 En el andén la gente grita y empuja para entrar, él debe caminar en el pasillo y  ella como puede se queda cerca de la puerta, veo que en la carpeta que trae en la mano dice Universidad Católica Andrés Bello e intuyo que a él le queda muy poco tiempo, dos estaciones. 
  El hilo musical nos regala la voz de Juan Luis Guerra y su 440, me enamoro de ella, me enamoro de ella, me enamoro de ella.  La gordita inmediatamente se percata del chico guapo y esta vez la que hace de todo para que él la mire no se para de manos porque no hay espacio,  Pero él, sólo tiene ojos para mí Grecia Colmenares que por cierto ya se dio cuenta de las intenciones de la gordita  y  la mira desafiante.  En Mamera el tren llega a su máxima capacidad y el tropel se encarga de alejarlos,  un señor más alto y gordo que yo, me bloquea la visión y no puedo ver lo que está pasando, como pajarito en grama comienzo a moverme  para no perderme nada, pero es imposible.

Al llegar Antimano, Grecia se baja y escucho una voz desesperada que grita, permiso, permiso voy bajando, desde mi ventana veo a la chica que se dirige a la escalera y de repente aparece el chico y la toma de del brazo. El tren arranca y logro ver como el andén  se llena de corazones.  Me consuelo pensando que quizás la próxima vez los vea juntos y tomados de la mano. 

  En el vagón están lloviendo estrellas,  es la voz de Christian Castro que me va a torturar un par de estaciones más. 

viernes, 26 de junio de 2015

Entre la cortesía y abuso.

Entre la cortesía y abuso. 

Crecí y vivo rodeado de mujeres, las respeto profundamente, sólo hasta que se suben al metro con cara de yo merezco viajar sentada. A diario las veo y de todas las edades que con arrogancia y rabia reclama un puesto. Yo salgo de mi casa a las 6.30 A.M y hay días que me toca separar en el andén hasta pasadas la 7 para poder viajar sentado cómodamente y poder leer sin mayores problemas, conozco mucha gente que hace lo mismo. 
Pero para muchas ser mujer es sinónimo de minusválida. Se paran frente a ti y te miran con desdén. Puedo leer su mente, me insultan y tildan de patán. Pero mi indiferencia es más fuerte.
 Les juro, soy un caballero y si veo a alguien en auténtica necesidad, con mucho gusto sedo el puesto. Pero para la niña que eligió salir de su casa con tacones de 20 cm ¡no! la vida de sacrificio fue elogiada por ella no por mi (Eso lo vi en un libro de Pablo Cohelo que lee la rubia que tengo sentada al lado) en serio millones de mujeres luchan a diario por la igualdad de género, para que ellas pongan el orgullo feminista por el suelo, por culpa de la flojera.
 Señora si usted quiere viajar sentada, salga más temprano de su casa y borre de su cabeza la frase "cualquier pendejo me da el puesto" no se rebaje usando el lugar común "no hay caballeros" porque sí hay, y muchos, pero también tenemos derecho a viajar sentados y sufrir de flebitis. Compre un paquete de venastat si lo consigue y maquíllese de dignidad sólo por algunas estaciones. Repito caballeros hay los que están ocupados son los puestos.

Once minutos.



Eran las siete de noche, libro en mano y con los ojos cansados, subí al vagón para hacer el último trayecto de regreso a casa, hice un paneo rápido para encontrar un asiento, sólo uno estaba disponible al lado una mujer que leía once minutos de Pablo Coelho y preferí ir de píe. 

Once largos minutos duró el trayecto entre las estaciones Las Adjuntas y Ali Primera. Nunca he sido muy valiente pero anoche casi me cago. 

A punto de cerrar la puerta, aparecieron en el andén un grupo de adolescentes que toda la pinta de quien regresa de la playa. En el silencio cansado del tren se escuchó, vengan que este tiene aire, una voz chillona gritaba, vámonos sentados que estoy mamada, otro gritó con voz de mando, nos vamos aquí que me estoy cagando. Una risita ahogada acompañó el pito de cierre de la puerta y la confusión de apoderó de las caras, nunca pensé que de aquellas tiernas boquitas pudiera salir tanta porquería. Una de las chicas ocupó el puesto de libre y la mamada se acerco a mí con su olor a sal y aceite de coco.


La distraída lectora cerró el libro y comenzó una conversación con los ojos, se miraba con el señor del asiento de enfrente y hablan de miedo, tanto como el que se apoderó de mí cuando la chica se recostó en mi barriga y exclamó ¡Esta cómodo el gordito! Con la boca abierta la aparté de mí. El que se estaba cagando con odio en los ojos me gritó. ¡Te molesta que se te arrecueste la jeva! Todos me gritaban con los ojos que no contestara. En medio del bombardeo de miradas se escucho un coñazo y la voz chillona que gritaba en mi defensa ¿Cuál es tu maldita lírica, vas a joder al goldo que tiene cara de bueno? El tipo me miró muy feo con su aliento Glaciar de piña y le dijo ¿Qué te pasa menol? tú si eres arrecha, uno te lleva pa´ playa y me vas rayar en público”. En ese momento descubrí que las ganas de cagar pueden ser contagiosas. 


El tren avanzó de espacio, los ojos de otros me seguían gritando que callara, todo estaba muy frío, cuando el tren entro en anden de Alí Primera y un hombre se atrevió a decirme ¡llegamos rápido! a lo que solo pude responder, si a pesar del miedo fue rápido, tan sólo once minutos.

Las 4 estaciones



Estación Teatros, el tren muy lleno, estoy cansado pero de buen humor. La señora sentada junto a mi está leyendo y extrañamente no se trata de un libro de Pablo Coelho. Sentí que era mi día de suerte.
El anden, un grupo de gente se alborota como avispas y cuando el tren abre la puerta, la masa entra con ese vaho característico del calor y olor del día encima.
Escucho el estruendo de unas manos que chocan en el aire, levanto la cara para ver de que se trata. Es el saludo más estruendoso que he escuchado en mucho tiempo. Cierro el libro y me dispongo a prestar atención
¿Qué más marico? !Todo fino marico! ¿Y por tu casa marico? Bueno marico, ahí vamos marico, tú sabes marico, que mi mamá, marico, está jodida marico, y mi abuelo marico tiene un peo del corazón marico.
¿Y por tu casa? Marico que cagada!!!! mi hermano chocó en la moto y esta escoñetado marico

¿En serio marico? Sí marico burda de chimbo marico, tuvimos que hacer de todo marico para conseguir los reales marico.
La muletilla martillaba mi cerebro, el transcurrir del tren era lento, tan lento que sentí que entre estación y estación pasaban tres meses.
Marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico....

Al fin el tren frenó en Antimano y los hombres se despidieron. La hemorragia de marico se detuvo por un momento y fui feliz por tres meses. En Mamera se subió otro tipo y saludó ¿Qué más marico? Todo bien marico echándole bolas, tú sabes como es todo marico!!!!

marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, así hasta la última estación que supongo era verano.

La fresa de la Discordia

La fresa de la discordia.
Intentaba concentrarme en el segundo capítulo de un libro de Santiago Roncagliolo, leer en el metro puede ser  un experiencia  un poco complicada, sobre todo para mí que soy tan disperso como un puño de papelillos.

En el  vagón resonaba la fresa de un odontólogo y olía a formol, como si de una funeraria se tratara.
<< Ella se limitó a suspirar. Abrió la puerta del ascensor, pateó su maleta al interior y se volvió para escuchar a Óscar una despedida, como la última palada del sepulturero.
_ ¿Sabes qué  es lo más increíble Óscar?  Que escribas telenovelas. Porque son historias de amor y  ése es un tema del que tú no tienes la más remota idea. >> …
Levanté la mirada y vi de dónde venía la voz de fresa sangrienta. Era bella, de esas bellezas que aporrean.  Ojos grandes y pestañas largas que se agitaban de forma frenética  al ritmo de su fascista discurso. 

La pena de muerte es la solución. Repitió tres veces, ella quería ser escuchada, hablaba como  la hermana menor, que necesita que todos en la casa la escuchen, se atropellaba,  y el ruido me reventó el tímpano, cuando la hoy decir  que se cagaba en los derechos humanos, que los malandros  son unas plagas y que hay que matarlos a todos.

Debió sentir que ella era un auténtico espécimen ario,  se mostraba altiva y desafiante, mis ojos se encontraron con los de otra chica, que igual que yo temblaba de miedo y no daba crédito a lo que estaba escuchando.
<< La puerta del ascensor se cerró  como una lápida sobre sus palabras. Óscar se quedó en el pasillo rumiando su abandono. Algo horrible acababa de ocurrir, pero le resultaba difícil precisar qué. >>

El tren  abrió la puerta en  la estación  Antímano, ella se despidió  y dejó sólo al chico que le acompañaba, el pobre muchacho tuvo que escuchar todos los cometarios que surgieron con su partida.  El ruido de la fresa paró de golpe, pero comenzaron a sonar ruidos de angustia.
Una señora sentada frente a mí, con el diario El nuevo país, consternada se atrevió a decir “Qué pena, tan bonita y tan mala”

Hoy no tenía ganas de hablar y bajé de nuevo la mirada hasta el libro.
<< Las palabras de la vecina quedaron flotando en el aire del vestíbulo. Óscar meditó sobre ellas. Había algo fascinante es sus palabras, algo que parecía esconder un mensaje oculto para Óscar, una lección sobre su vida personal>>
La señora seguía en su perorata,  cerré el libro y presté atención.  Su genuina preocupación me perturbaba, ella decía que estamos perdidos, “Un grupo de gente mata sin remordimiento y  otro grupo quiere que los maten a ellos”.  Sentí que el olor a formol se hacía más fuerte, la muerte se hace cada día más fuerte.

En todas partes hay cuentos de asesinatos, de sangre. La gente compite contando historias fantásticas de asaltos en la autopista,  de secuestros y violaciones,  quieren que sean más escalofriantes que las de los demás,  necesitan que todos tengamos miedo.

<<una lección de vida personal, solía ocurrirle que se le presentaban agazapadas en lugares insospechados, en la sección de lácteos del supermercado. En un rollo de papel higiénico a medio usar. En el envoltorio de chocolate  tirado en la calle>>
Los cometarios seguían su curso, por primera vez no participé, me quedé callado. No tengo respuestas a tantas preguntas.  Quería llegar a la Zona Rental  para escapar del miedo y correr a refugiarme en mi oficina.

Como todas las mañanas  quería llegar a contarlo todo,  corrí con la suerte de encontrar a Kapui en la puerta del edificio y me dejé  atrapar por sus brazos, en el ascensor  hice un chiste y nos reímos, entramos cagados de risa a la oficina. Entre los abrazos y besos de buenos días  se me olvidó la fresa sangrienta.  Como dice una canción de Silvio, se me hacía urgente olvidar tanto dolor.
 Tengo un nudo en la garganta  y mucha rabia, tanta que hoy no me atreví a hacer chistes de Pablo  Cohello, siento que el país se me va de las manos y no sé qué hacer.  Me estoy quedando en la queja colectiva, sumándome a los rumores, encerrándome más temprano, escondiéndome como hoy en los libros.  Será que sí es necesaria la pena de muerte para frenar…


<<Con la resignación de un mártir, Óscar se levantó, se arrastró hacia el baño y se abalanzó sobre el lavabo. Ajustó el grifo del agua con todas sus fuerzas, en actitud de llave de lucha grecorromana, y susurró amenazas por el agujero del agua. Luego se detuvo ahí un instante, para verificar que no sería necesario ningún tipo de explosivos plásticos.>>

El Rap de vagón.

 Hoy el tren viajó de espacio, afortunadamente el vagón tenía aire y no olía tan mal, a mi lado una señora leía las malas noticas en el periódico,  yo preferí  leer con ella de reojo que sacar mi libro. Un vendedor ofrecía una extensa gama de productos,  que iba desde los tostones con ajo hasta los caramelos de jengibre para aclarar la garganta. Su discurso similar al de muchos, parece aprendido en las aulas clandestinas de entrenamiento de vendedores ambulantes  con diplomado en metro.
     En esta escuela, los estudiantes reciben entrenamiento  en manipulación y civilidad. Dan los buenos días con mucho ánimo y se arrechan si no respondes. Pero dejemos el tema  de la escuela hasta aquí que eso lo voy a contar otro día con detalles.

   Seguramente, usted que ha viajado el Metro de Caracas; se ha encontrado con algunas parejas de “raperos”  que improvisan mientras caminan por el vagón, estos muchachos a mí me arrechan tanto como al vendedor que no le dan los buenos días. Estos carajos construyen su discurso en verso sin mucho esfuerzo, apelando a los defectos físicos de las personas o sus limitaciones.  Son como una especie de  Luís Chateing, creo que si él no hubiese tenido posibilidades de estudiar estaría ganándose la vida de esta forma.  Los tipos  tienen una fórmula muy básica para construir sus líricas, es como una canción express  de Ricardo Arjona.  Para mí, cada verso es como una cacheta. Quizás es porque sé que la descalificación muchos la confunden con humor y no hay quien se les explique la diferencia.

Hoy sentí ganas de golpearlos pero como sé que la violencia no se justifica, decidí cantarles estos versos en tonos de Rap menor:
Oye pana mío/no me asustes a la gente/no tienes cara de artista / tú pareces delincuente
Mira bien mi pana/ no me gustan tus zapatos/la verdad es que me agobias /con tu humor que es bien barato
Para tener buena lirica/ hay que ser inteligente/ un rap no se construye/ burlándose de la gente
Ya te pille mi brother/ ya se me tu formulita/Insultando a los ancianos/tú te ganas las Luquitas
Un verdadero artista/no se pone esa camisa/ no creas que es muy buena/esa pobre musiquita
Te metes con las mujeres/ crees que te las mereces/ Por qué insiste que eres macho/ no me aclares que oscureces.
Bájate ya del vagón/ ya me tienes ladillado /tú no eres un rapero/  eres rolo de guebón
  Si le cuesta imaginar lo que canto  vaya a este link
Inténtelo no será tan difícil, el humor estos días es cualquier cosa, fíjense hasta yo doy risa.


¿De cómo se soltó una gallina en el metro?


El ave en cuestión, venia en una caja de cartón en la que fue embalada aproximadamente a las 4 de la mañana en alguna población en de los Valles del Tuy. Presumo que la gallina sería sacrificada para obtener los beneficios de alguna deidad. La portadora vestía completamente de blanco y estaba acompañada de un señor, que lucía collares de muchos colores.
 El señor fue el encargado de recuperar al animal. La caja estaba amarrada con una cabuya no muy gruesa que servía de asa (En mi cabeza apareció la imagen de Lupita Ferrer en el primer capítulo de La Zulianita) Presumo que la gallina, comenzó a defecar desde el mismo momento que fue introducida en kenner improvisado, la mierda junto con el agua puesta en un potecito de margarina Nelly derramada por algún brusco movimiento del tren, fueron debilitando el piso. 

Cuando uno viaja a diario en metro, corre con la terrible suerte de enfrentarse a los olores cotidianos, así que en ningún momento me sorprendió el olor a mierda de gallina. Sé por cuentos de camino que es esté país los excrementos del ave se usan para curar el asma. Así que pensé que venía un niñito enfermo. 

Eran las 9 de la mañana y anden de la estación Plaza Venezuela estaba a reventar. Hacia unos minutos, los trenes que vienen de las líneas dos y tres habían desembarcado y como es normal a esa hora los trenes en la línea uno, presentan retraso. Yo estaba un poco molesto porque momentos antes un tipo escupió en el suelo y quería como matarlo, pero lo que más molesto me tenía era ver tanta gente leyendo libros de Pablo Cohello. En fin, la gallina abrió un hueco el piso debilitado de la caja y dando un saltito salió. Acto seguido se alborotó el gallinero en anden. Los gritos y risas, rompieron el silencio soporífero y la gallina obtuvo sus 5 minutos de fama. "No la mates” grito una doña “Está buena para un sancocho” grito otro. Miles de comentarios surgieron a mi alrededor, desde los defensores de los animales, los pre juiciosos de las religiones alternativas y un montón de cosas más que no recuerdo. Lo último que oí antes de ser empujado brutalmente para entrar en el vagón fue la voz de una mujer que dijo “Mijo cierra la boca que te va entrar una mosca”

Los hijos de Mazinger Z


 El tema de los olores en el metro, a mí me lleva loco. Crecí escuchando que los venezolanos somos limpios, nunca me dejaron salir de la casa sin antes bañarme y lavarme los dientes. La higiene siempre fue, es y será una necesidad de primer orden en mi vida y en la mayoría de las personas  que conozco.    

 Algunos piensan que son consecuencia de la escasez de algunos productos, pero yo difiero. Antes si las personas no tenían desodorante usaban limón y bicarbonato -que por cierto también sirve para lavar los dientes y dejarlos blancos- Siempre escuché historias de gente que no tenía ropa y la lavaba en la noche para tenerla limpia al día siguiente.   Y una que nunca se me olvida,  es la de una señora que ponía a hervir manzanilla   y usaba el agua como último enjuague del baño, para no oler a jabón azul  ¿Les había contado que a este jabón, se le atribuyen propiedades milagrosas que  sirve para sanar heridas y hasta es usado para lavar las casas y despojarlas de malas energías? (Que falta le haría al país un lavado con jabón azul).   

 Bueno, esta mañana al entrar al metro, percibí un fuerte olor, una mezcla de cebolla, tabaco y alcohol.  Sin exagerar en el vagón había moscas.  Las arcadas no se hicieron esperar, pero traté de ser discreto. Siempre me he cuidado mucho de las reacciones de la gente y de no pecar de racista o xenófobo. Un par de hombres negros, que luego descubrí eran haitianos, miraban al resto desafiantes y hablando en francés,  se sentían orgullosos de los olores cultivados en las últimas dos semanas  y hacían alarde de ellos. Un señora menos prudente que yo, o más valiente, restregó su nariz y dejo es capar un “Foooo carajo”  y acto seguido el hombre con cara de sorna, levantó las manos y se las llevó a la cabeza, el olor se apodero del espacio sentí de frente los rayos fotónicos, el otro hombre comenzó a reír triunfante, de su boca salían unos hediondos vientos huracanados y de inmediato pensé estos carajos están  emparentados con Mazinger Z. 

 Los insultos no se hicieron esperar  y los dos hombres reían más. Un tipo se acercó muy molesto y le atestó un golpe, el hombre dejó caer el brazo  y con la mano tumbó el libro de Pablo Coelho a una rubia que miraba con asco, no sé si su cara se debía al olor, o a la cosa horrenda que leía.  Al tipo se le borró la sonrisa  y apareció una expresión de miedo, miedo a ser linchado por querer jugar al zorrillo.  El tren paró en la estación Ruiz Pineda y los hombres salieron disparados del tren.   
  Quise intervenir pero el peso de mi mandíbula y las ganas de vomitar no me lo permitieron,  aún no puedo entender lo que pasa, admito que los tipos eran unos provocares ¿Pero se tenía que llegar hasta la manos? ¿Eran necesarios los insultos?  

  La verdad es muy difícil defender lo indefendible. Creo que el color de la piel del agresor o su nacionalidad, aquí no es lo importante, tampoco importa a que olían, lo que importa es la actitud agresiva y de confrontación, el deseo de romper el orden, de amedrentar. 

  Hace algún tiempo me sentí igual, cuando tenía  11 años  llegué muy alterado a la casa, porque unos vecinos extranjeros decían que los venezolanos éramos unos flojos que no servíamos para nada y  que los venezolanos eran una mierda. No tenía claro por qué  hablaban así de nosotros, del país que los recibía con los brazos  abiertos.  Le conté a mi papá y  él me dijo   que no me preocupara, que ellos hablaban así porque extrañaban mucho su tierra y la comparaban con la nuestra sin encontrar similitudes, también me dijo que esa gente venía aquí a trabajar y que en algún momento se darían cuenta del error que cometían, para que me tranquilizara  también me dijo entre risas y con abrazo  “hijo los venezolanos no somos flojos sólo somos más felices,  el problema es que algunos de estos musiú confunden brazos abiertos con piernas abiertas”.
 Será que debo consolarme pensando que los hijos de Mazinger z que bajaron del metro,  están atravesando por el mismo proceso que los inmigrantes portugueses y españoles que llegaron en la década del 50  y que les costó mucho adaptarse, pero ahora aman tanto esta tierra que dicen que pase lo que pese no se van  porque no sabrían cómo vivir sin la alegría de su gente. 


Entre el nacionalismo y la xenofobia



Hoy en el metro, lucia orgulloso mi franela de la vinotinto. Le sonreía  a todo el que la llevaba puesta, sentía que formaba parte de algo, de una emoción o sentimiento colectivo, en serio es una sensación maravillosa.

Desde esta mañana en mi cabeza suena  la canción “Que viva, que viva la vinotinto, eres mi selección por eso te quiero, te quiero”  Hacia tiempo no me sentía tan orgulloso de ser venezolano, aunque siempre lo estoy no sé qué pasa  pero desde del domingo lo estoy más.
Mi nacionalismo está a flor de piel, hoy al ver a una persona  con una franela de otra selección hasta me arreché y se me encendieron las alarmas.
Cerré los ojos, pensé por unos minutos y concluí. Esa persona tiene todo el derecho a usar la franela que le venga en gana, estoy seguro que si yo viviera en otro país también luciría la mía con orgullo. 
¿Pero por qué tuve ese mal pensamiento?

En los últimos días, en varias conversaciones con amigos, he escuchado de gente que vive aquí, que se sirve de los de aquí y anda hablando muy mal del país. Sí es cierto estamos viviendo tiempos duros, un auténtico  caos  y digo para no decir un mierdero, pero a nadie le gusta que le restrieguen la mierda en la cara.

 Yo crecí entre extranjeros, En los Teques, la colonia portuguesa más grande del país, tan grande que en sus cercanía se construye un santuario para la Virgen de Fátima, en mis primeros años me acostumbre a escuchar cosas como, los venezolanos son flojos, Venezuela es bella pero su gente es una mierda, en fin esas cosas que todos saben que dicen de nosotros.  Vi cómo  se celebraban tradiciones foráneas  y aprendí aceptar que todo eso tenía su espacio, pero también aprendí que debía hacer algo para no dejar que eso opacara mi verdadera identidad.
Comencé a escuchar a Simón Díaz, Aldemaro Romero, María Teresa Chacín y todo lo que sonará a arpa cuatro y maraca, a leer a nuestros escritores, ver nuestras películas y  por sobre todo a no quedarme callado cuando escucho a alguien hablando pestes.
Creo que la xenofobia no se justifica y me da mucho dolor  ver que hoy está más en boga que nunca. Sólo basta ver el discurso del hijo de puta de Trump hablando de los mexicanos para  saber que esa definitivamente no es la vía. 
¿Pero entonces que hacemos con los extranjeros  a los que no les importa nuestro país, nos hacemos los pendejos o buscamos una forma amable de hacerles ver sus errores?

 Por ahora sólo me atreveré a dar un consejo a los amigos que se han ido, por favor no hablen mal del país que los recibe, honren a su gente y sean agradecidos sin olvidar de donde vienen. Ninguna cultura es superior a otra, simplemente son diferentes, el respeto debe estar por sobre todas las cosas.
Hace unos días leí en el muro de una amiga que vive en Chile, que tiene el corazón dividido en tres, su Perú natal, su Venezuela amada y la tierra que ahora la recibe, eso debe ser el ejemplo a seguir.  Así que viva la vinotinto y viva la América toda. Que vivan todos los cuidamos del mundo con la libertad de ir donde quieran pero siempre con la bandera de la alegría. 


El eructo.

Estación Plaza Venezuela. Luego de esperar unos minutos  logro obtener un puesto, de esos que me gustan, desde el cual puedo observar con atención a todo el que entra y todo el que sale. Mirar a la gente e imaginar historias,  sentir que vivir en Caracas aún vale la pena a pesar de todo.

Entra un tipo de esos que parecen elfos. Medía aproximadamente 1,90 y se sienta justo delante mí. Saludo a un señor que veo con frecuencia y él decide sentarse a mi lado, siempre que lo encuentro hacemos el viaje conversando. El  tren se sigue llenando y a punto de sonar  la alama de cierre de puertas, sube otro elfo y saludó al que estaba sentado. Es uno de esos saludos cargados de admiración. Al elfo sentado los músculos se le desbordan por todas partes, entonces me percato que viene casi desnudo. El short es tan corto como el Peper Peper que usaba Aguasanta la famosa modelo en la cuña de los ochenta, Cantando: cortos, cortos y más cortos!!!

¿Qué más? Le dice y acto seguido suelta la perlita. Marico tú si estás yuca,  el elfo sentado con cara de orgullo responde, Marico y aún me falta, para lo que quiero me falta, pero coño pana yo no me quiero ciclar.

Es una jerga completamente desconocida para mí y siento que debo prestar más atención
Pero marico tú no te quedas atrás, estás más yuca que la última vez que te vi. Si pero no seas pendejo yo no me estoy pinchando nada. Entre risas siguen la conversación y yo no tengo más remedio que prestar atención a mi compañero de viaje que está quejando del precio de la comida y de la inseguridad.

Asumo que lo  miraba, pero no estaba prestando atención, quería seguir escuchando la fatua conversación de los elfos, no estaba entendiendo nada, pero necesitaba saber qué era eso de estar yuca.  Uno le contaba al otro cuanto le estaba costando aumentar el volumen de las piernas y el  que estaba de pie,  puso el bolso que traía en el piso y se sujetó con las dos manos al tubo del tren para explicarle al mejor estilo de Ileana Jaque, un ejercicio que según él daba muy buenos resultados.
Un señora bajo su libro de Osho para deleitarse, como lo hacían muchas y muchos, con la figura del tipo. Una amiga le dio un codazo a otra para que volteara y yo decidí prestarle atención a mi compañero para no quedar en evidencia.

Los elfos se bajaron en la estación La paz y  no me pude aguantar hasta llegar para saber que era yuca, así que sin temor a ser juzgado pregunté ¿Amigo que será eso de estar yuca?   Mi compañero me miró con cara de ¡Ay Vale!  Y me respondió en tono burlón. Bueno estar yuca es estar “papiao”.
Creo que nunca debí preguntar, porque desde ese momento no dejo de sentirme mal. Coño si los elfos son yuca yo debo ser algo así como un ocumo chino.


¿Yuca?

Estación Plaza Venezuela. Luego de esperar unos minutos  logro obtener un puesto, de esos que me gustan, desde el cual puedo observar con atención a todo el que entra y todo el que sale. Mirar a la gente e imaginar historias,  sentir que vivir en Caracas aún vale la pena a pesar de todo.

Entra un tipo de esos que parecen elfos. Medía aproximadamente 1,90 y se sienta justo delante mí. Saludo a un señor que veo con frecuencia y él decide sentarse a mi lado, siempre que lo encuentro hacemos el viaje conversando. El  tren se sigue llenando y a punto de sonar  la alama de cierre de puertas, sube otro elfo y saludó al que estaba sentado. Es uno de esos saludos cargados de admiración. Al elfo sentado los músculos se le desbordan por todas partes, entonces me percato que viene casi desnudo. El short es tan corto como el Peper Peper que usaba Aguasanta la famosa modelo en la cuña de los ochenta, Cantando: cortos, cortos y más cortos!!!

¿Qué más? Le dice y acto seguido suelta la perlita. Marico tú si estás yuca,  el elfo sentado con cara de orgullo responde, Marico y aún me falta, para lo que quiero me falta, pero coño pana yo no me quiero ciclar.

Es una jerga completamente desconocida para mí y siento que debo prestar más atención
Pero marico tú no te quedas atrás, estás más yuca que la última vez que te vi. Si pero no seas pendejo yo no me estoy pinchando nada. Entre risas siguen la conversación y yo no tengo más remedio que prestar atención a mi compañero de viaje que está quejando del precio de la comida y de la inseguridad.

Asumo que lo  miraba, pero no estaba prestando atención, quería seguir escuchando la fatua conversación de los elfos, no estaba entendiendo nada, pero necesitaba saber qué era eso de estar yuca.  Uno le contaba al otro cuanto le estaba costando aumentar el volumen de las piernas y el  que estaba de pie,  puso el bolso que traía en el piso y se sujetó con las dos manos al tubo del tren para explicarle al mejor estilo de Ileana Jaque, un ejercicio que según él daba muy buenos resultados.
Un señora bajo su libro de Osho para deleitarse, como lo hacían muchas y muchos, con la figura del tipo. Una amiga le dio un codazo a otra para que volteara y yo decidí prestarle atención a mi compañero para no quedar en evidencia.

Los elfos se bajaron en la estación La paz y  no me pude aguantar hasta llegar para saber que era yuca, así que sin temor a ser juzgado pregunté ¿Amigo que será eso de estar yuca?   Mi compañero me miró con cara de ¡Ay Vale!  Y me respondió en tono burlón. Bueno estar yuca es estar “papiao”.
Creo que nunca debí preguntar, porque desde ese momento no dejo de sentirme mal. Coño si los elfos son yuca yo debo ser algo así como un ocumo chino.


Mi barba y Yo

Mi barba suele llamar la atención de algunos bebes, creo que les parecen raros los pelos en la cara, los hijos de algunos amigos se deleitan tocándola, a otros le da grima y algunos les da miedo, pero siempre me pasa, tanto que ya ni siquiera me asombra.

Por eso hoy en la mañana, me pareció normal que un bebé que viajaba con su madre sentado junto a mí, quisiera tocarla.  Me lanzaba pequeños manotazos y en una casi me tumba los lentes, la madre apenada lo agarraba pero el bebé insistía.  Era realmente divertido y se me escaparon varias sonrisas. Pero no me atrevía a decirle que lo dejara tocar. La insistencia del niño se prolongó hasta que por fin una señora que miraba y reía  me dijo: “chico deja que te la toque, tú tienes cara de ser aseado”.  Me quede mudo mientras el niño, hundía sus deditos en la barba.

Luego le expliqué a la mamá que la lavo dos o tres veces al día, sobre todo después de comer, porque si no se hace de esa forma, la barba puede llegar a tener olores insospechados. Ella  confiada deja que el niño siga tocando, su risa se escucha en todo el vagón,  saltaba como un loquito y hacia ruidos, todo el mundo me observaba,  siento que tengo cara de gafo, pero estoy disfrutando.
El niño da un salto y de su boquita se desprende un líquido viscoso, que va a parar directamente a mi  camisa,  sólo logro escuchar, a la gente que con asombro grita ¡nooooooooooooooo! Y que luego comienza a reír, con esa risa ahogada y nerviosa que traen consigo compasión.

Es un olor es agrio y dulce,  no me puedo mover, si lo hago voy a vomitar, la medre saca de su bolso una toallita y limpia la boca del niño y me mira como diciendo ya voy contigo.  Y me pregunto porque no limpió a mí, si en  los aviones dicen “Si usted viaja con niños ponga si usted  la mascarilla de oxígeno primero”. Mi mascarilla no llega y mi estómago está dispuesto a vengarse, pero no debo, eso sería peor. La mujer ve mi cara, que seguramente estaba verde y se apresura.  La toallita húmeda, se desliza sobre mi camisa y  el buche comienza a empapar los vellos de mi pecho.  Dejo que continúe porque es  esto o nada.


El tren llega y me bajo desesperado,  la gente me daba recomendaciones que no recuerdo, no sabía se llorar o reír, comienzo a caminar para salir de la estación y la escalera me consigo con una amiga que no me da tiempo de explicarle, me abraza  y me cancha un beso, al sentir que estoy mojado se separa bruscamente y me pregunta ¿Chema tú estabas comiendo yoka?

Irremediablemente bella.

 En las mañanas el vagón se trasforma en un camerino, cientos de mujeres utilizan el recorrido en metro para terminar de arreglarse. Una tarea que estaba destinada a la intimidad de la habitación o el baño se ha trasladado al tren.

 La chica de hoy se subió en la estación las Adjuntas y luchó cuerpo a cuerpo con un señor para obtener el  puesto de la ventana que estaba justo frente a mí. Así que fui testigo de la transformación al mejor estilo de Luis Eviand, el famoso artista fonomímico que se hizo famoso en  los años ochenta  cuando en  Sábado Sensacional se trasformó  en Rocío Durcal delante de las cámaras.
 
  De su cartera neceser, a mí no me da miedo decir neceser, sacó una cinta y se recogió el cabello, sacó un paquete de  toallas limpiadoras, que debe haberlas obtenido producto del bachaqueo.   Comenzó a limpiar su cara, necesitaba dejar el lienzo en blanco para comenzar con la tarea. Luego se aplicó una base que me parecía bastante blanca, como tres tonos más blancos que ella. Rellenó todos los espacios, haciendo hincapié en la nariz y las ojeras. De su bolso, que creo es el del gato Félix, comenzaron a salir pinceles y brochas, estuches de sobras lápices de colores y una pinza muy rara que creía que eran para comer escargot, pero no, la uso para sus pestañas, sentí miedo creí que se iba a sacar un ojo. En su estuche de sombras buscó con detenimiento los colorees de la blusa que tiene puesta. Verdes, naranjas, azules claros y marrón. Tiene el tiempo medido, ella sabe cuándo va a frenar el tren, jamás se ha salido de la línea y el ojo derecho quedó perfecto.


Levanta la mirada y yo le digo con los ojos que va muy bien.  Ella sigue con su trabajo, estoy asombrado de sus capacidades, cada vez se parece menos a la mucha que se subió. Con un lápiz delinea los labios y  el tren pega un frenazo, el lápiz se hunde en la piel del labio inferior pero ella como si nada, entonces pienso que no lo tiene todo medido como creía, que bueno que fue en el labio y no en un ojo, eso sería un espectáculo dantesco y  la crónica se vestiría de rojo.    
Dejó el espejito  para acudir al reflejo de la ventana  y procedió  a soltar el cabello, lanza la cabeza hacia delante y el cabello me cae las piernas, hasta huele rico. Con las manos lo desenreda y el tren frena en la estación Teatros, pienso que ya está lista pero no.  

Se descalza unas sandalias de esas que dejan el píe al descubierto  y puedo leer que dicen Sifrianas,  Del bolso saca otras toallas húmedas y comienza a limpiarse los pies,  mis ojos no dan crédito a lo que están viendo, las toallitas van cambiando de color, es un amarillo intenso y en mi cabeza suena Traigo polvo del camino pero la canta Carlos Baute y no Eneas Perdono  como todos piensan.

Del bolso saca su última carta, un par de zapatos de Gucci  con tacones como de 15 centímetros, decido que son de imitación para no poner en duda su reputación.  Ahora si esta lista y me mira satisfecha, hago un gesto de aprobación y al llegar a Plaza Venezuela  me dice: “Antes muerta que sencilla”.