Hoy en el metro, lucia orgulloso
mi franela de la vinotinto. Le sonreía a
todo el que la llevaba puesta, sentía que formaba parte de algo, de una emoción
o sentimiento colectivo, en serio es una sensación maravillosa.
Desde esta mañana en mi cabeza
suena la canción “Que viva, que viva la
vinotinto, eres mi selección por eso te quiero, te quiero” Hacia tiempo no me sentía tan orgulloso de
ser venezolano, aunque siempre lo estoy no sé qué pasa pero desde del domingo lo estoy más.
Mi nacionalismo está a flor de
piel, hoy al ver a una persona con una
franela de otra selección hasta me arreché y se me encendieron las alarmas.
Cerré los ojos, pensé por unos
minutos y concluí. Esa persona tiene todo el derecho a usar la franela que le
venga en gana, estoy seguro que si yo viviera en otro país también luciría la
mía con orgullo.
¿Pero por qué tuve ese mal
pensamiento?
En los últimos días, en varias
conversaciones con amigos, he escuchado de gente que vive aquí, que se sirve de
los de aquí y anda hablando muy mal del país. Sí es cierto estamos viviendo
tiempos duros, un auténtico caos y digo para no decir un mierdero, pero a
nadie le gusta que le restrieguen la mierda en la cara.
Yo crecí entre extranjeros, En los Teques, la
colonia portuguesa más grande del país, tan grande que en sus cercanía se
construye un santuario para la Virgen de Fátima, en mis primeros años me
acostumbre a escuchar cosas como, los venezolanos son flojos, Venezuela es
bella pero su gente es una mierda, en fin esas cosas que todos saben que dicen
de nosotros. Vi cómo se celebraban tradiciones foráneas y aprendí aceptar que todo eso tenía su espacio,
pero también aprendí que debía hacer algo para no dejar que eso opacara mi
verdadera identidad.
Comencé a escuchar a Simón Díaz,
Aldemaro Romero, María Teresa Chacín y todo lo que sonará a arpa cuatro y
maraca, a leer a nuestros escritores, ver nuestras películas y por sobre todo a no quedarme callado cuando escucho
a alguien hablando pestes.
Creo que la xenofobia no se
justifica y me da mucho dolor ver que
hoy está más en boga que nunca. Sólo basta ver el discurso del hijo de puta de
Trump hablando de los mexicanos para
saber que esa definitivamente no es la vía.
¿Pero entonces que hacemos con
los extranjeros a los que no les importa
nuestro país, nos hacemos los pendejos o buscamos una forma amable de hacerles
ver sus errores?
Por ahora sólo me atreveré a dar un consejo a
los amigos que se han ido, por favor no hablen mal del país que los recibe,
honren a su gente y sean agradecidos sin olvidar de donde vienen. Ninguna
cultura es superior a otra, simplemente son diferentes, el respeto debe estar
por sobre todas las cosas.
Hace unos días leí en el muro de
una amiga que vive en Chile, que tiene el corazón dividido en tres, su Perú
natal, su Venezuela amada y la tierra que ahora la recibe, eso debe ser el
ejemplo a seguir. Así que viva la
vinotinto y viva la América toda. Que vivan todos los cuidamos del mundo con la
libertad de ir donde quieran pero siempre con la bandera de la alegría.
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