jueves, 6 de agosto de 2015

Eva María

En el andén la mamá le dice a una niña como de 10 años "salte mamita, salte" y como si de una perrita se tratara la niña salta y se sacude,  de las cholitas sale arena que se queda pegado al vinil de piso. 

 Caracas tiene la particularidad de ser una gran urbe cerca del mar, una autopista extraordinaria construida en la década del cincuenta del siglo pasado, te pone en tan sólo 35minutos con los pies en la arena. 

  Estamos en época de vacaciones y la gente que no sabe qué hacer con los muchachos, entonces  se los lleva a jugar un rato en la playa. En la estación La Paz hay un servicio de metrobús que es bastante económico y deja a las personas a los balnearios más populares. Así que por estos días es muy común ver a familias completas con sus atuendos playeros. Uno de los personajes más comunes es el papá barrigón con la toalla curtida sobre el cuello, cholas petroleras (sandalias de plástico rústico de color negro)  y una cava de anime, lo acompaña la esposa pasada de kilos con piel de naranja en las piernas, bueno decir piel de naranja es  ser conservador, las piernas se parecen más a un sofá capitoneado, ella luce un bello short de bluyin que alguna vez fue azul, con los remaches oxidados y el cierre sujetado con un pedacito de papel para que no se le baje. A los niños los llevan en pijama, o con ropita de andar en casa, mientras más viejita esté como que es mejor, imagino que es para que no se le dañe con la sal. 
Por momentos siento que estoy en un capítulo del Chavo cuando la vecindad se va a pasar unos días en Acapulco.

 La niña que se saltaba en el andén se sienta a mi lado; huele a sal con aceite de coco. Le dice la mamá que le duele la barrigita y la mamá en lugar de preocuparse le dice “eso te pasa Eva María por comer tanto huevo sancochado, nada más a ti se te ocurre cometerte 6 y dos sándwich con diablitos y chiswis, pasaste todo el día empiná en l botella de fresco, raro fuera que no te doliera”.
  El papá que está sentado justo en frente, en mitad del recorrido entre estación y estación se pone de pie, se afloja la cuerdita del short y se mete la mano, su cara se trasfigura y se nota que lo que está sintiendo es placer, me hizo recordar a la cara de Amélie Poulain metiendo la mano en el saco de arvejas (por cierto tengo tiempo con ganas de comer arvejas pero no hay) del interior del short un grueso hilo de arena se desprende y en los altavoces suena “reloj no marques las horas” ¿Casualidad? No sé pero, lo que sí no es casualidad es el olor a pedos que me llega de repente, resoplo me rasco la nariz y recuerdo los 6 huevos sancochados de la carajita. La mamá se percata del olor y la mira desconcertada, pero ante mí queda en evidencia, usa la misma técnica que yo para hacerse la pendeja.

 El papá abre su bocota para anunciarnos, que cuando llegue a casa se va tener que echar un baño, noto cierto tono de resignación, sus inflexiones son las de alguien que no está convencido del todo de algo que debe hacer. Entonces la niña comienza a llorar y me asusto, temo tanto que a la niña se la haya salido una sorpresa, no sé si debo parame y evitar la catástrofe. Afortunadamente fue una falsa alarma, la niña llora porque no se quiere bañar, argumenta que ella ya se bañó todo el día y lo único que quiere es dormir.

El papá la tranquiliza diciéndole que si llegan muy cansados se acuestan así. La mamá sigue fingiendo que no está ahí, a pesar del escote y el tatuaje mal hecho en el seno derecho, aún le queda un poco de vergüenza.  Entonces como quien regresa de un mal sueño pega un grito ¡La patilla!  Y papá grita ¡coño la dejé!


Viste ahora no nos van a creer que fuimos a la playa, entonces sin darme cuenta el que abre lo bocota soy yo y digo ¡Noooooooooooooo vale no se les nota!!! 

martes, 4 de agosto de 2015

El viaje perfecto

El viaje perfecto    

 Hay días, en los que por suerte o no,  me toca viajar en el vagón de la gente bonita, en esos días busco la forma de esconderme para no tener que ver la realidad que me golpea en las ventas que fungen de espejos.
  Hoy parece un día de fiesta, todo el mundo viene acicalado, las mujeres usan tacón y los hombres   corbatas  y chaquetas, todos parece venir de la peluquería, se ven frescos y huelen muy bien, las mujeres están maquilladas como para un concurso de belleza y los hombres se quitaron la barba.
 Hoy nadie está comiendo tostones con ajo,  no hay vendedores de chicles y los mendigos se los llevó la Misión Negra Hipólita ¿O debo decir afro descendiente?
  Hoy la música parece de Buda Bar  o el Hotel Costes, el aire acondicionado está en la temperatura perfecta, el vagón está lleno pero quedan algunos puestos, como puedo me diluyo  para no ser visto en uno de los asientos reservados para ancianos, ancianas, minusválidos, minusválidas mujeres embarazadas y hombres embarazados. Sí, no hay de que asombrase, eso lo dijo el otro día un tipo por los altavoces del tren y cuando me reí  como yo solamente sé hacerlo todo el mundo me miró como bien feo, me sentí mal pero se me pasó rápido porque comprobé la teoría de que soy yo el único que escucha  la música  y los anuncios del metro.

  En este viaje todo parecer ser tan rápido como en el AVE. Está vez  el tren no se arrastra por los rieles, flota con tirado por globos de helio.  Todo el mundo parece divertirse, los que entran saludan sonrientes y los hombres seden el puesto sin tener que ser insultados antes. En serio, es el tren de los bellos y yo me siento feo, mal vestido, traigo los zapatos sucios y el morral roto necesito distraerme y pienso que llegó el momento de sacar  el libro; pero alguien me mira y me dispara una sonrisa de nueve milímetros, no puedo creer que sea conmigo, caigo muerto de miedo en el asiento,  su boca es perfecta, sus ojos son hermosos, me quito los lentes para limpiarlos para poder ver mejor, pero en ese momento se abren las puertas y sale sin decir nada, entonces decido regresar a buscar en libro en el bolso roto y comienza a sonar la Habanera cantada por la Callas, todo es perfecto, el tren sigue flotando, suena un celular pero nadie responde, abro el bolso y noto que se trata de un libro de Coelho, esto debe ser un broma  pesada de algún amigo, me veo en el espejo que tanto había evitado y descubro que estoy aún en pijama, el teléfono que suena es el mío, que vaina esto es un sueño, es la alarma que me indica que es hora de despertarme  para ir a trabajar y enfrentar mi diaria pesadilla. 

martes, 28 de julio de 2015

Amor Brujo

Al entrar al vagón pude reconocer la melodía del Amor Brujo de Manuel de Falla. El tren estaba vacío, me ofrecía la dignidad de elegir donde sentarme, como la mayoría de las veces elegí  la ventana.
 A mi lado se sentó un mujer hermosa, la primero que me impresiono de ella fue su olor, un poco fuerte pero agradable, una mezcla de sándalo y frutas cítricas. Su cabello negro y abundante, me hizo recordar a Yajaira Vera,  Miss Venezuela 1988. Médico de profesión que terminó narrando noticias en el observador de RCTV.  No me resistí y volví la cara para verla bien, me encontré con sus bellos ojos verdes, muy parecidos a los de Neyla Moronta  Miss Venezuela 1974, modelo de Tropicana y famosa por tardar 15 años en graduarse de odontóloga. Entonces pensé que en este país hay reinas de belleza por todas partes. Ni siquiera hice el intento de sacar el libro, supe desde el primer momento que Neyla Yajaira tenía mucho para darme hoy.
La uñas largas como las de Lila, pintadas con motivos florares y multicolores a juego con la blusa, toda una gitana en apariencia, del  bolso colgaba un pañuelo y en las muñecas las pulseras sonaban como campanas.
¿Qué me ves? Preguntó amable. Envalentonado y seguro respondí, a usted que es muy hermosa. Sonreímos y comenzamos a quejarnos de los retrasos del tren, terminó el amor brujo y Rocío Durcal comenzó con el lamento del puerto de Vallarta y la tristeza de sus ojos.
Neyla Yajaira, comenzó a tararear e interrumpiendo la estrofa  me mira y dice, es que me recuerda a mis muertos,  le comento que me pasa lo mismo, la canción sigue su triste curso y ella se voltea para decirme. “A ti te cuidan tus muertos”, un escalofrío me recorrió la espalda y ella prosigue,  una mujer y dos hombres,  siempre están contigo, se encargan de que nada te borre la sonrisa, ellos espantan a la gente que quiere hacerte daño.
Sonreí de nuevo  y  ella regresó a la canción, en  la estación Mamera me preguntó cuál era mi signo, géminis le dije y peló los ojos. Hizo un análisis de mi personalidad que duró hasta la estación Capuchinos, no todo lo que dijo era cierto, pero pegó algunas cosas,  confieso que me hizo sentir bien, según ella mi futuro promete. 
En la estación Teatros me preguntó el signo chino, Rata le dije y entonces sacó un tarjeta del bolso, si te interesa saber más llámame, yo trabajo aquí en el centro y ya voy llegando. Me gustaría conversar más contigo, yo creo que tú eres más brujo que yo y soltó una risotada.

Se bajó en la estación Nuevo Circo y el señor que ocupó su puesto, me dice coño pana cómo hiciste para levantarte a ese mujerón, lo miré y le respondí, son cosas del destino. 

lunes, 27 de julio de 2015

!Aló !

Hablar por teléfono parece que es tan contagioso como el bostezo o la risa.

  En la mañana del sábado el vagón viene cargado de amanecidos y hediondos a rumba, una situación muy particular que hace que el viaje en metro sea distinto al de los otros días.  El vagón no va muy lleno y es mucho más fácil  escuchar conversaciones.  
 Arranca   el tren y suena un teléfono, en el segundo repique un hombre que no podía ver desde mi puesto gritó. "Aló!! ¿Quién es? mamá guebo apareciste ¿Qué día es hoy? ... Cómo que no sabes coño e' tu madre. Es sábado y me tienes que pagar, tienes toda la semana guabiniando y hasta hoy me llegó la paciencia”… 

 Acto seguido a todo el mundo le dio por hablar por teléfono. 

Al oír la conversación  es fácil imaginar una historia, está clarita, pero en otras de las que se desencadenaron durante el viaje no puede descubrir nada, como en esta.  

"¿Qué pasó marico?... No vale una bolsa nada más... No marico eso es mucho y después me pongo popular… dale pues… Si va, pero con una botalla.... sí se hace guebón, la rendimos... Sí va... Sí va... Fino" 

Nadie tiene reparo en decir palabrotas, no importa si hay niños o ancianas, la gente habla por teléfono como si estuviera en su casa. 

“¡Alooó!  … Marica yo llegué a mi casa como a las 6... Si ya salí otra vez.... Si vale la pasamos fino.... Con Royel… sí y con Crismal. Ella sí bailó que jode... No vale yo estaba pendiente de la sopa... Royel quería comel, pero en lo que vio el ron se olvidó del mondongo”

No me cuesta mucho seguir dos conversaciones a la  vez así que esto fue lo que escuché en paralelo. 

“Hola mi vida... Nena me has llamado 12 veces... Claro que me ladilla un pelo, pero si te lo digo quien se aguanta el peo.... Claro amor yo te amo.... Coño sabes que puedes llamar cuando quieras…. Mami dormimos juntos… ¿Crees que soy tan perro que me voy a ir con otra? No vale... Mami voy en el metro para la casa... Bueno amor piensa en lo quieras... Coño la verdad que eres  inconforme... Pana ¿tú me estás hablando en serio?.... Ok vale, yo me llego pero como a las 2”...

Esta conversación,  es la que un macho domesticado tendría con una celosa cualquiera, así que pudo haber pasado desapercibida pero lo que más llamó mi atención es que él nunca le soltó la mano a una muchacha que le acompañaba y lo peor fue el beso que le dio en los labios después de colgar. 

 En mitad del asombro escucho  el tono de Nokia,  repica dos veces  y el tercero es interrumpido. 

“¿Alooooó?  Sí, soy quien habla…  eso cuesta treinta mil… para dos personas… la adicional son doce…  sí bueno es grande pero no para que duerman tres… sí, tiene aire…  ortopédico…  sí muy cerca…  y tiene estacionamiento… bueno si el niño tiene menos de tres años  no paga… no señor eso es una posada familiar, no es para hacer bochinche…  de nada…  también tengo otros planes,  si gusta llama”...

“Aló, voy en el metro…. Espérame ahí que ya estoy cerca… coño si has esperado dos horas no te cuesta nada esperar quince minutos… aló….”

“No vale, no seas pendeja no te lo cales más…”

“Yo le dije a mi mamá”

 Mi cerebro entra en crisis, es demasiada información para procesar, este vagón viene cargado de historias, conscientemente decido no escuchar más y me atrevo a sacar mi teléfono,  siento  un poco de miedo, se de muchas historias de robos, pero creo que voy en territorio seguro, sino los otros pasajeros no estarían hablando.

En serio estoy considerando comprar un reproductor de MP3 y unos audífonos,  no quiero volverme loco  con tanto cuento.

“Aló, negra…. Montantes las caraotas… yo compré el queso y lo plátanos…

“Mami, llegando activa”…. “No vale yo no tengo real “…. “Bueno  pero tenemos patria”…

“Yo no me retrato en grupo pendejo”… “A mí no me gustan esas cosas”…  “mámelo en cruz”…


jueves, 23 de julio de 2015

Don Quijo el que los Mancha



 En alguna estación del metro de Caracas de cuyo nombre no quiero acordarme, subió  un flaco y un gordito.  Ambos de mediana edad y con cara de quien regresar de luchar con molinos de viento, la ropa limpia y bien planchada. Si mamá los hubiera visto diría que ellos si tienen mujer.
 En la mente de muchos en este país, las tareas domésticas son exclusivas de las damas, es su obligación hacer que los hombres se vean impecables, aunque tengan que dejar la pintura de uñas en la batea.
 La conversación entre este Quijote y su fiel amigo Sancho la agarré comenzada, peor no me costó mucho tomar el hilo. Un entrometido de oficio como yo tiene sus técnicas.
 El quijote narraba de cómo se había casado con una feminista, sí una feminista, o eso era lo que él creía.
“Cuando nos mudamos juntos, ella me advirtió que era una hembra liberada y me hizo jurar que las tareas del hogar serían compartidas, si ella cocinaba yo lavaba los platos y así, pero desde hace varios meses  no quiere hacer nada”
Sancho escuchaba con atención y sólo abrió la boca para decir “Coño mi pana eso es delicado, no me atrevo a decir nada porque esa es tu mujer, pero verga marico te la dejaste meter completica.
 El Quijote siguió contado  “Es muy ladilla tener que pararte a planchar para salir, llegar en la noche mamao a cocinar,  si no me toca acostarme sin comer, porque con la excusa de que ella se toma la  merengada de Hebalife  para no engordar, no se acerca a la cocina”
En ese momento sentí ganas de decirle que ella más que una feminista es rolo e´ floja, pero recordé el Sancho de esta historia no era yo, así que guarde silencio y decidí escuchar lo que el auténtico Sancho tenía para decir.
“La mujer mía si está clarita, ella sabe que yo traigo los reales y que si no hay comida  no hay real y si no hay real no hay ropa”
Fue inevitable no sonreír y quedar en evidencia, para no parecer el entrépito que soy,  rápidamente  metí la cabeza en mi libro, e hice lo que mejor se hacer en estos casos, hacerme el pendejo.  
El Quijote me ignoró y siguió con su novela de caballería: “No vale lo de ropa es un peo, cuando le pregunto por algo me dice búscalo en el tobo (cubeta o balde para los lectores que no son venezolanos)  tiene un tobo para la ropa sucia que siempre es el más lleno y  uno para la ropa limpia. En realidad tiene un tobo para todo, dice que su mamá le enseño que la ropa se debe remojar y me obliga a poner los interiores en tobo con Ariel que tiene debajo del lavamanos, dice que le arrecha tener que lavar frenazos”
Entre arcadas llegué a mi estación, me quedé con las ganadas de decirle al Quijote un montón de cosas de su Dulcinea del tobazo, perdón del Toboso, pero el asco fue mayor que la imprudencia y eso la es decir bastante. 

martes, 14 de julio de 2015

Lo que yo aprendí en la escuela.

  En la estación Alí Primera, tuve que pegar una carrera para subir al vagón. Desde la semana pasada hay operación morrocoy, eso es una pesadilla, si pierdes un tren tendrás que esperar cuarenta minutos más en el andén hasta que llegue el próximo.   Hoy no tuve la suerte de encontrar un asiento; así que como puede saqué el libro del  bolso y cuando me disponía a leer, escucho una voz "Buenos días señores pasajeros, que hoy todo sea maravilloso" todo el mundo responde como con temor  y recuerdo que así sonaban en mi salón de clases en la escuela José Antonio Rodríguez López, cuando entraba la directora. La maestra Haidee era una mujer que media un poco más de 1.80m y pesaba más de 100 kilos, siempre estaba montada en  unos suecos de corcho muy altos, parecía un gigante de cuentos o al menos para mí lo era, su sola presencia podía hacer aflojar la vejiga de muchos, a los 9 años es muy difícil diferenciar  respeto de miedo, así que cuando entraba la directora todos temblábamos. No sé por qué pero temblábamos. Su voz era profunda, nada dulce, pero jamás fue irrespetuosa, en mi colegio las maestras eran tan extraordinarias, que aún las  puedo recordar con lujo de detalles, sus enseñanzas viven en mí y las practico a diario,  para mí dar las buenas horas  no es una obligación es un hábito,  por eso creo que me molesta tanto la actitud de los vendedores que prácticamente obligan a responder y entonces al igual que mi salón de infancia  se responde sin tener claro si por respeto o por miedo.
Es cierto que a mucha gente  la educación se le fue a las patas, como decía mi maestra de cuarto grado Petra de Villanueva, pero también es cierto que algunos se la quieren dar de muy educados para ser quedar mal otros. ¿Cuantas veces han escuchado el chiste de la monja que se tira un pedo en ascensor y cuando le reclaman responde diciendo que como nadie contesto los buenos días pensó que estaba sola?  Si esto tuviera algo de verdad en esta ciudad todo olería a mierda, porque nadie responde.  Desde que descubrí que cuando daba los buenos días en voz alta, todo el mundo pensaba que yo iba a pedir dinero y en lugar de responder se llevaban la mano al bolsillo, decidí hacerme el pendejo,  entonces ahora saludo en voz baja y sólo a los que tengo cerca eso es mejor que tírame un pedo o quedar como un mendigo.
El señor que dio los buenos días, resulto ser un músico extraordinario, con su cuatro y su canción nos acompañó en el recorrido y antes de llegar a Las Adjuntas el tren explotó en aplausos.
 Mientras  cambiaba de tren recordé la primera vez que me aplaudieron fue en el preescolar, la maestra Gilda y la maestra Esthela que luego fueron mis maestras de tercero y cuarto grado, prepararon un baile, todas las compañeritas estaban vestidas de muñecas y yo era un el encargado de darles cuerda. Debí memorizar  un corto texto, mirando al público decía ¿Por qué mis muñecas no bailan? Y al son de Richard Clayderman  las niñas giraban  – ese carajo me persigue desde siempre- y yo caminaba entre ellas fingiendo que era un viejo pero siendo el niño más feliz de mundo.

La escuela fue el primer lugar a donde deseaba ir, aunque las matemáticas no me gustaban me enfrentaba a ellas con coraje y tratando de hacerlo bien, La Maestra Morelia Monte de Oca, en el quinto grado C, con un dulce regaño me enseño, que lo que menos te gusta debes hacerlo rápido, no para salir del paso, sino para tener tiempo de hacer lo que te gusta.  
De ella aprendí que las ciencias sociales y la literatura eran lo mío. Ella también nos daba una materia que tenía por nombre Aprender a pensar, esa cátedra fue incluida el pensum de primaria  en 1975 cuando Luis Alberto Machado ocupa el Ministerio de la Inteligencia y Luis Manuel Peñalver era Ministro de educación,  vale destacar que los ministros eran personas preparadas   y no aduladores del régimen como el actual ministro de educación Héctor Rodríguez.
 Aprender a pensar, era una forma divertida de entender el mundo, en cada caso teníamos que identificar lo positivo, lo negativo y lo interesantes de la cosas. Esto lo sigo aplicando en la cotidianidad, por eso sé, que  lo negativo de viajar en metro es el tiempo que invierto en llegar desde casa al trabajo, lo positivo es que siempre descubro cosas que puedo contar y lo interesante es la gente que conozco a diario, gente que me hace reafirmar lo que soy  y me enseña tanto como mis maestras de primaria

viernes, 10 de julio de 2015

La venganza de Pablo Coelho.

 Estoy seguro, que la persona que selecciona la música del metro, odia a todo el mundo. Si es una mujer es más mala que Ivonne Attas y si es un hombre es tan malo como Henry Galue en su personaje de Julián Zerpa  en El sol sale para todos.   Esta persona debe disfrutar pensando en  el malestar que va generar con su música en los usuarios, a veces creo que es el mismísimo Pablo Coelho vengándose o mí. 
 La música en el tren debería ser para tranquilizar, no para joder, el volumen nunca es adecuado: hay días en que está tan alto que no puedes escuchar ni tus pensamientos, aunque no tengo problema porque mis recuerdos no hablan, gritan.
 No sé qué es peor, si Camilo Sesto o  Richard Clayderman , este último me hace recordar a nuestra  primera Miss Internacional Nina Cicilia, tocando el piano en una edición del Miss Venezuela, mientras las muchachas desfilaban con los traje de Guy Meliet y  Giorga Reyes. También me hace recordar la voz de Carmen Victoria  describiendo los trajes, regias columnas de gazar de seda, cascadas de cristales de Swarovski, polizón de Shantú a modo rosas que se desprenden de un ramillete primaveral, kilos y kilos de lentejuelas boreales, vestidos cortados al  bies y millones de canutillo.
 Por cierto eso me hace pensar que la persona que escribe esos textos debe ser  la misma quien redacta el menú   en  los restaurantes caraqueños. 
 Sobre una regia cama de lechuga cortada al bies, el plato nos luce un regio trozo de lomo de credo, acompañado con cristales de ají dulce y perlas de alcaparra.  ! No me jodas!
   Pero regresemos a la música que es  el tema que nos ocupa. No sé si es que cada media hora se repite,  pero casi todo los días me encuentro con  Barry Manilow y su Copacabana, ¡Coño me acorde de los Miss Venezuela otra vez! En el 86  Fedra López recién salidita de la filas de la rumba flamenca de su señor padre Juan Carlos (Sí, era su padre, no se la estaba tirando como todos pensamos) bailaba merengue con Herminia Martínez con una mangas igualitas a las de Barry.  Yo he pensado mandarme a hacer unas mangas de esas  y sacarlas del morral ponérmelas para bailar  por todo el vagón, en serio lo estoy pensando, eso puede ser divertido.
 La música del metro es un horror. Desde hace unos días el loop de los trenes está compuesto por melodías que creo son interpretadas por artistas del altiplano, el instrumento que más destaca es la Zampoña, ese instrumento suena como si soplaras botellas y que después de 5 estaciones lo sientes hasta en el alma y digo alma  por no decir culo y dos veces al día no está fácil.


Por favor Pablito cámbiame la musiquita, te prometo que no me vuelvo a meter contigo hasta el mes de agosto.  

jueves, 9 de julio de 2015

Nada

    No siempre el Metro de Caracas, te ofrece historias divertidas e interesantes, no siempre hay humor o drama.
 Hay días en el vagón va tan tranquilo como el agua de un tanque, es como si todo el mundo siguiera dormido.  No hay libros de Pablo Coelho, ni música desagradable, no hay mujeres en tacones velando un puesto, ni siquiera un vendedor de caramelos. 
   Hay día en los que el silencio es la norma y la nostalgia es contagiosa. No hay historias de amor, los enamorados no se toman de las manos ni se miran a los ojos.
Hay días en lo que el tren está frío, oscuro y se arrastra cansado por los rieles entre estación y estación cargado de penas. No importa quién entra o quien sale, las alarmas no inquietan a nadie, hoy aquí no pasa nada.
   Es difícil encontrar una historia en este vagón mezquino, ninguno quiere contarme nada, especular no es divertido, inferir es un pecado. Todo es blanco y negro, no hay transformaciones con maquillaje, nadie habla por teléfono, los amigos no se saludan, los expansivos se quedaron en casa, los niños no lloran y no hay más remedio que leer. 
  Pero leer ya no me complace, a los personajes que leo me toca imaginarlos, pero a los que viajan conmigo con descubrirlos y describirlos tengo. 
 El bloqueo es general, las caras están en neutro, quiero hablar pero no me atrevo a romper el celofán, me da pena molestar, todos están a gustos consigo mismo y sus angustias cotidianas.

 Hay días  en los que como hoy es mejor dejar que cada historia llegue a donde quiera, hay días en los que habría sido mejor no salir de casa. 

lunes, 6 de julio de 2015

Estrenos y Estrellas.

 A muchos  de los que  viajan en el metro, se les olvido que no van solos, es un espacio muy reducido es necesario tener conciencia del lugar que ocupa tú cuerpo. Si no terminas encaramado en lomo del alguien.  Las recostadas de tostón están a la orden del día, y las de lolas también, no crean que la recostadera, es exclusivamente masculina.  A estos hombres y mujeres yo decidí llamarlos los expansivos.
Hoy una chica 42- B parada junto al asiento donde viajaba,  le dio por hacerme sentir sus atributos, recostó sus melones en mi hombro con el mayor de los descaros, traté de ser comprensivo, imagino que no es nada fácil cargar con todo ese peso, pero la situación se tronaba incomoda, sobre todo con el bamboleo del tren,  así que  subí la mirada para decirle que no me estaba gustando  y la descarada me disparó una sonrisa de nueve milímetros, lo que ella no sabía es que para matarme se necesitan balas de plata.
Bajé la cara con indiferencia y regresé a la lectura, fue difícil retomar el hilo porque la mujer comenzó disparar balas de rabia. Acudió al lugar común “si no te gusta vete en taxi”  una frase nada democrática que anula mí derecho y el de cualquiera a viajar en paz y sin ningún peso extra. Así pasó varias estaciones, cargada de ira, guarde silencio, hace poco descubrí que la mejor batalla es la que no se lleva a cabo. 
No sé en qué estación se bajó, un tipo que viajaba a mi lado, me miro compasivo y dijo: “Ante ese tipo de mujeres yo me siento indefenso, que bueno que no le dijo nada, estoy seguro que si le decía algo le lanzaba un coñazo” . Conversamos un par de estaciones y traté de explicarle mi teoría a cerca de los expansivos, creo que a él no le interesaba mucho porque regreso a las páginas de una revista dominical, cual será mi sorpresa cuando veo que lo que leía era el artículo que semana a semana le publican a Pablo Coelho, entonces entendí que era inútil continuar la conversación.
De fondo sonaba, una versión de una canción de Camilo Sexto “Necesito morir, necesito morir, peor contigo…. Yo necesito saber, si quieres ser mi amante”. Para tratar de olvidar el peso de las 42-B, me puse a tararear y recordar los grandes días de Sábado Sensacional, la lista de estrellas que brillaron en su escenario y las bailantas del Paseo Los Próceres.
 Pero eso no fue suficiente, lo que en realidad me tenía molesto era el tipo que traía al lado, no sólo por lo que leía, sino porque descubrí que él también era un expansivo, traía las piernas abiertas y yo sentado como Albani Lozada, ocupaba su puesto y la mitad del mío, yo andaba en modalidad Bonaire una nalga en el asiento y la otra en aire, recordé que era cagado y como sentí que no corría  peligro me envalentoné, lo miré y  dije: Sabes por qué no te intereso lo que decía, me miró con cara de qué te pasa, y disparé. Es que tú eres tan expansivo como la chica que se bajó ¡es más vale! Cierra las piernas que yo también tengo dos testículos bien grande y no ando molestando a nadie.

Esta vez fue a mí a quien miraron con desprecio, él tampoco quería pelea, así que terminaos el viaje como  en el sección Estrenos y Estrellas del noticiero, yo era Albani  y él Tatia Irazar. 

viernes, 3 de julio de 2015

Vale la pena

 "El que no conoce la canica no tuvo infancia" así comienza el discurso de del vendedor. Entre las 9 y las 11 de la mañana, baja considerablemente la cantidad de pasajeros y  esto genera un espacio perfecto para el negocio de los vendedores ambulantes y la mendicidad.
 La competencia es fuerte, tanto vendedores como mendigo tienen que generar un discurso digno de aplausos, deben hacer que la gente llore o se ría y que con los ojos aguados se  lleven la mano al bolsillo o la cartera.
 Bertolt Brecht en su ópera de tres centavos,  hace referencia a la importancia de trasformar el discurso lastimero en entretenimiento. Yo no creo que  los buhoneros y mendigos han leído a Brecht, pero la mayoría ha entendido que es más productivo hacer reír.
 En el viaje  de hoy, que fue muy lento, decidí prestar atención al discurso, estaba muy bien estructurado, este muchacho que  no debe tener más de 20 años,  arrancó con esa frase que iba directamente al inconsciente, inmediatamente me vi pidiéndole un real a mi papá para comprar dos canicas.
 Las  canicas son nos caramelos  redondos que vienen en empaques de plástico transparente, contienen 6 unidades y es recomendable chuparlos un buen rato antes de morderlos porque si no te puedes romper un diente.
  El muchacho usa palabras como, paladar, deleite y emoción. Palabras que suben inmediatamente el valor aspiracional del producto. Pero esto no lo hace por azar, el precio  de la canica ya no es un medio (25 centavos) cuestan  20 bolos, osea lo que costaba un Bacchi en 1983 cuando yo le pedía un real (50 centavos) a mi papá, por eso se hace necesario resaltar sus atributos para poder venderlo como una joya y no como el caramelo mierdero que es.
   Aún recuerdo el lanzamiento del Bacchi, un maravilloso comercial para contarnos de este  nuevo chocolate relleno de avellanas, en forma de bombón, envuelto en un delicado papel de aluminio, con letras azules y plateadas y su principal atributo emocional, en su interior traía un papelito con un mensaje de amor; yo nunca puede entenderlos,  estaban escrito en Italiano, inglés y francés  y a mí eso de los idiomas nunca se me ha dado, Por eso prefiero escuchar música en español porque la puedo cantar:  Pero el precio no es la coincidencia m  más importante entre las dos golosinas  que recuerdo, en los ochenta todo el mundo tenía un perrito  poodeles, que si no se llamaba canica se llamaba Bacchi.
 Este vendedor es muy inteligente mientras recorrer el vagón deja colar frases  manipuladoras que por más  publicista que seas te hacen cuestionarte  “las canicas sirven para refrescar el aliento”,  coño  él ya sabe que hay burda de gente la boca pinche y nadie le gusta tener mal aliento,  creo que debería comprarle siempre para repartir en caso de emergencia, pero sé que no se debe apoyar la buhonería, entre canción y canción,  una voz nos recuerda a los pasajeros que  “comprar  en los trenes perjudica el buen funcionamiento del sistema”. 
  En la mitad del vagón lanza su última estrategia, busca dar donde más te duele, "No llegué con las manos vacías, cuando el niño o la niña te pregunten” Papi, mami que me trajiste”  Eso si es un golpe bajo. Yo que no tengo muchachos quiero compararle todas las canicas,  estoy seguro que muchos imaginan la cara de decepción de los muchachitos o las de alegría y van y le compran, pasando por alto el mensaje del alta voz.
 Cuando pasa por mi puesto, saco cien bolívares, que ya no son nada fuertes, y me quedo con cinco paqueticos de canicas en las manos. Una niñita que está sentada frente a mí, me lanza su mirada de yo quiero, número diecisiete y con gusto le doy uno.  Abro otro y le ofrezco a la señora que  sentada junto a mí y  con una sonrisa de me pena me dice que no, la miro bien  e identifico que es de mi generación y nosotros nos enseñaron que no debíamos aceptar nada que nos ofrecieran en la calle.  Unos  asientos más allá, están unos niñitos con  la carita triste porque la mamá no les compró, estiro la mano para darles tres paqueticos  y veo como en sus caras de dibuja la alegría, esa sonrisas han hecho que esos 100 bolívares valgan mucho y desde mi egoísmo siento que valió la pena quebrantar la norma.

Ahora le toca el turno a una chica que vende tostones con ajo, abro el libro para no escucharla porque si no  voy allegar hediondo a la oficina.

jueves, 2 de julio de 2015

Y sin embargo te quiero.



 Hoy Yoti, mi amiga, me ofreció llevarme en su carro a la estación Capuchinos, me sentí afortunado, de sólo pensar que me ahorraría la mitad del recorrido, fui tan feliz como cuando me enteré, que por fin la telenovela “Como tú ninguna” llagaría a su capítulo final después de casi dos años de transmisión.
Como si se tratara de un lunes bancario, la autopista estaba sola, tan sola que bastaron 15 minutos para llegar desde Las Mercedes a Saint Martin avenue. Me bajé del carro un poco decepcionado, fue muy poco tiempo para conversar con Yoti, con ella puedo pasar el día entero conversando y siempre encontramos algo para reír y divertirnos.
Eran las 5.27 p.m cundo vi el reloj por última vez, luego desapareció de mi muñeca, sin saber cómo ni dónde, descubrí su ausencia al llegar a casa. El andén estaba a reventar; todos queríamos entrar, pero los trenes venia tan llenos con un San Ruperto, (Así se llamaba una línea de buses que circulaban por Caracas antes de la inauguración del metro) una chica que estaba parada delante de mi leía Verónica decide morir de Pablo Coelho y me dieron ganas de empujarla a los rieles, pero preferí buscarle conversación. Quería que supiera que Él es el Ricardo Arjona de la literatura, pero fue inútil, Coelho se le antojó más entretenido. De fondo Joaquín Sabina berreaba Sin embargo te quiero, me sentía como perro con gusanos, necesitaba hablar para olvidar el desprecio de la tipa. 
Pasaron tres tristes trenes llenos de gente triste y nada, seguía parado ahí, entre el calor de mis compañeros de andén, una señora de edad dudosa vestida como una adolescente y la cara gritándome jamás he usado Segundo Debut, una chica enorme que descubrí que era un hombre cuando me recostó el tostón y un tipo que venía con ella que era una suerte de Walter Mercado, pero como del de Quita Crespo. Abrí la boca para quejarme del calor y entre todos entablamos una conversación sustentada en nada, es muy raro cuando conversar cuando no ves la cara de la gente, pero en el andén es un lujo que no te puedes permitir, los ojos deben estar puesto en lugar donde calculas se abriera la puerta, sin embargo la conversación fluyo con humor, haciendo que la espera fuera menos trágica.
Luego de ver pasar 5 ó 6 trenes logramos subir, quedamos todos muy apretaditos, tanto que volví a sentir el tostón de la chic@, como pude me voltee y le lancé mi mirada de ira número 45. Creo que entendió que no estaba interesado en el plátano que me ofrecía. Avergonzad@ bajó la mirada sacó y sacó el pecho, echó para atrás el culo y se alejó de mí, así pasamos dos estaciones, en un baile caluroso e indiferente, cachete con cachete, afortunadamente no me pegó ningún tufo. En el tren no cabía nadie más, estaba completamente en silencio, un silencio que estoy seguro todos agradecíamos porque cuando a un vendedor inoportuno se lo ocurrió decir " Una Venezuela activa que me de los buenos días” la gente grito a una sola voz !noooooo valeeee! Una señora muy fina gritó ¡No joda chico, tú si eres arrecho!!!!! Y el carajo no tuvo más remedio que abortar su misión de venta. En la estación La Paz el tren se despejó un poco, vi a un amigo y me acerqué a conversar, olvidé completamente a mis amigos del andén, pero volví a saber de ellos cuando al llegar a la estación Antimano Walter Mercado y se bajó del tren y desde el andén me lanzó un besito.

martes, 30 de junio de 2015

Como alma que lleva el diablo

 El fanatismo religioso, siempre me ha parecido terrible. Nada lo justifica, nada lo sustenta, partir del hecho de que tu fe te convierte en un ser superior es simplemente intolerante.  Creo en la libertad de culto, soy respetuoso de la fe de otros, pero la descalificación no. ¡Eso sí que no!  
En la estación Parque Central, subió un hombre de aspecto fantasmagórico, tiene ojeras pronunciadas y está más flaco que los perros de Charallave, la camisa le queda grande, la corbata le aprieta y su presencia me da calor.
 En los últimos días, los trenes de la línea dos del metro de Caracas, están trabajando sin aire acondicionado, esto hace más duro el viaje de 45 minutos que debo hacer dos veces al día,  la presencia de este Señor era lo único que faltaba.  Comenzó arrechándose porque muy poca gente respondió las buenas noches,  a esta hora todo el mundo quiere  llegar a su casa, luego de una larga jornada  la mayoría viaja con los ojos cerrados aun estando de pie, En voz alta invocó al padre eterno,  y luego comenzó a gritar “Digan amén” nadie respondió y el hombre lanzó la primera maldición. “Maldito sea todo aquel que reniega de tu nombre” 
Cuando me arrecho, siento que un calor extremo  comienza a subirme por los pies y me explota en la cabeza,  como puedo me incorporo y me digo a mí mismo, Mi mismo no vayas armar un show que no vale pena, pero el demonio que llevo dentro me dice: “Y quien coño es ese señor como para maldecirte y anularte al punto de que tú no digas nada”  respiro y cuento hasta 45, y el hombre sigue, en su discurso comienza a relatar de como el señor lo arranco de las garras mal y mirándome fijamente a los ojos me dice: “arrepiéntete pecador”  ¡coño nos pilló! me dice el dominio,  Y sin quitarle los ojos de encima le respondo. Ok  ¿Si te digo que  estoy arrepentido te callas?
 En el vagón explota una carcajada, entonces pienso, que mierda con mi incontinencia verbal, el Señor arremeterá contra mí con toda su fuerza, si al pana le pasa igual que a mí la arrechera le está llegando al cuello, entonces siento que es hora de actuar y recuerdo que un unitario del ciclo de Rómulo Gallegos, escuché decir a Marina Baura, Quien pega primero pega dos veces. Así que sin pensarlo mucho lanzo el segundo coñazo.
Por favor no me hable tan cerca que tiene mal aliento, la carcajada explota esta vez con más fuerza y el hombre queda mudo, se tambalea y en eso abren las puertas, la gente sigue riendo y descubre que está perdido y como alma que lleva el diablo abandona el vagón.

Sonrió y miro buscando reconocimiento, siento que me van a aplaudir, pero no todo el mundo tiene los ojos cerrados.  

lunes, 29 de junio de 2015

Están lloviendo estrellas.



 En el hilo musical suena Por ti volaré y lo interpreta Andrea Bochelli.  Ella subió en las adjuntas, se veía fresca, descansada. Creo que durmió todo el fin de semana. Al entrar al tren todos volteamos a verla, pero su mirada fue directamente a hasta la de él.  
 Un chico guapo, con la barba  larga y los ojos grandes, el cabello sujetado con una cola  y unos anteojos muy grandes, parecía salido de un anuncio de revista. 
Ella ocultaba su desnudes detrás de un short muy corto y una blusa de tela casi trasparente y  sin mangas por sobre el ombligo, que por cierto es perfecto. 

 Sus ojos se encontraron y esbozaron una sonrisa, desde ese momento supe que sería inútil abrir mi libro, sentí que esta historia de amor era hoy más importante. 

Creo que no es la primera vez que se ven, es común encontrare con algunas personas en el tren si viajas siempre a la misma hora y tienes la costumbre de subir al mismos vagón porque sales  cerca de la escalera. Yo también la he visto antes, recuerdo su cabello que es tan bonito como el de Grecia Colmenares en Topacio. 

  El trayecto entre Las Adjuntas y Ruiz Pineda parece eterno, estoy seguro que es él quien está haciendo algo para que el  tren se retrase, ella lo está ignorando y a él sólo le falta pararse de manos para que  lo mire. 
 Está nervioso, se seca las manos, está buscando la manera de hablarle, pero ella es indiferente a los ojos que la invocan.  
 Él no aguanta más y le susurra algo al oído, desde de donde estoy no puedo escuchar, ella por fin voltea, se acaban de abrir las puertas en la estación Ruiz Pineda y una gordita buscando acomodarse para viajar cómoda se interpone entre los dos. 
 En el andén la gente grita y empuja para entrar, él debe caminar en el pasillo y  ella como puede se queda cerca de la puerta, veo que en la carpeta que trae en la mano dice Universidad Católica Andrés Bello e intuyo que a él le queda muy poco tiempo, dos estaciones. 
  El hilo musical nos regala la voz de Juan Luis Guerra y su 440, me enamoro de ella, me enamoro de ella, me enamoro de ella.  La gordita inmediatamente se percata del chico guapo y esta vez la que hace de todo para que él la mire no se para de manos porque no hay espacio,  Pero él, sólo tiene ojos para mí Grecia Colmenares que por cierto ya se dio cuenta de las intenciones de la gordita  y  la mira desafiante.  En Mamera el tren llega a su máxima capacidad y el tropel se encarga de alejarlos,  un señor más alto y gordo que yo, me bloquea la visión y no puedo ver lo que está pasando, como pajarito en grama comienzo a moverme  para no perderme nada, pero es imposible.

Al llegar Antimano, Grecia se baja y escucho una voz desesperada que grita, permiso, permiso voy bajando, desde mi ventana veo a la chica que se dirige a la escalera y de repente aparece el chico y la toma de del brazo. El tren arranca y logro ver como el andén  se llena de corazones.  Me consuelo pensando que quizás la próxima vez los vea juntos y tomados de la mano. 

  En el vagón están lloviendo estrellas,  es la voz de Christian Castro que me va a torturar un par de estaciones más. 

viernes, 26 de junio de 2015

Entre la cortesía y abuso.

Entre la cortesía y abuso. 

Crecí y vivo rodeado de mujeres, las respeto profundamente, sólo hasta que se suben al metro con cara de yo merezco viajar sentada. A diario las veo y de todas las edades que con arrogancia y rabia reclama un puesto. Yo salgo de mi casa a las 6.30 A.M y hay días que me toca separar en el andén hasta pasadas la 7 para poder viajar sentado cómodamente y poder leer sin mayores problemas, conozco mucha gente que hace lo mismo. 
Pero para muchas ser mujer es sinónimo de minusválida. Se paran frente a ti y te miran con desdén. Puedo leer su mente, me insultan y tildan de patán. Pero mi indiferencia es más fuerte.
 Les juro, soy un caballero y si veo a alguien en auténtica necesidad, con mucho gusto sedo el puesto. Pero para la niña que eligió salir de su casa con tacones de 20 cm ¡no! la vida de sacrificio fue elogiada por ella no por mi (Eso lo vi en un libro de Pablo Cohelo que lee la rubia que tengo sentada al lado) en serio millones de mujeres luchan a diario por la igualdad de género, para que ellas pongan el orgullo feminista por el suelo, por culpa de la flojera.
 Señora si usted quiere viajar sentada, salga más temprano de su casa y borre de su cabeza la frase "cualquier pendejo me da el puesto" no se rebaje usando el lugar común "no hay caballeros" porque sí hay, y muchos, pero también tenemos derecho a viajar sentados y sufrir de flebitis. Compre un paquete de venastat si lo consigue y maquíllese de dignidad sólo por algunas estaciones. Repito caballeros hay los que están ocupados son los puestos.

Once minutos.



Eran las siete de noche, libro en mano y con los ojos cansados, subí al vagón para hacer el último trayecto de regreso a casa, hice un paneo rápido para encontrar un asiento, sólo uno estaba disponible al lado una mujer que leía once minutos de Pablo Coelho y preferí ir de píe. 

Once largos minutos duró el trayecto entre las estaciones Las Adjuntas y Ali Primera. Nunca he sido muy valiente pero anoche casi me cago. 

A punto de cerrar la puerta, aparecieron en el andén un grupo de adolescentes que toda la pinta de quien regresa de la playa. En el silencio cansado del tren se escuchó, vengan que este tiene aire, una voz chillona gritaba, vámonos sentados que estoy mamada, otro gritó con voz de mando, nos vamos aquí que me estoy cagando. Una risita ahogada acompañó el pito de cierre de la puerta y la confusión de apoderó de las caras, nunca pensé que de aquellas tiernas boquitas pudiera salir tanta porquería. Una de las chicas ocupó el puesto de libre y la mamada se acerco a mí con su olor a sal y aceite de coco.


La distraída lectora cerró el libro y comenzó una conversación con los ojos, se miraba con el señor del asiento de enfrente y hablan de miedo, tanto como el que se apoderó de mí cuando la chica se recostó en mi barriga y exclamó ¡Esta cómodo el gordito! Con la boca abierta la aparté de mí. El que se estaba cagando con odio en los ojos me gritó. ¡Te molesta que se te arrecueste la jeva! Todos me gritaban con los ojos que no contestara. En medio del bombardeo de miradas se escucho un coñazo y la voz chillona que gritaba en mi defensa ¿Cuál es tu maldita lírica, vas a joder al goldo que tiene cara de bueno? El tipo me miró muy feo con su aliento Glaciar de piña y le dijo ¿Qué te pasa menol? tú si eres arrecha, uno te lleva pa´ playa y me vas rayar en público”. En ese momento descubrí que las ganas de cagar pueden ser contagiosas. 


El tren avanzó de espacio, los ojos de otros me seguían gritando que callara, todo estaba muy frío, cuando el tren entro en anden de Alí Primera y un hombre se atrevió a decirme ¡llegamos rápido! a lo que solo pude responder, si a pesar del miedo fue rápido, tan sólo once minutos.

Las 4 estaciones



Estación Teatros, el tren muy lleno, estoy cansado pero de buen humor. La señora sentada junto a mi está leyendo y extrañamente no se trata de un libro de Pablo Coelho. Sentí que era mi día de suerte.
El anden, un grupo de gente se alborota como avispas y cuando el tren abre la puerta, la masa entra con ese vaho característico del calor y olor del día encima.
Escucho el estruendo de unas manos que chocan en el aire, levanto la cara para ver de que se trata. Es el saludo más estruendoso que he escuchado en mucho tiempo. Cierro el libro y me dispongo a prestar atención
¿Qué más marico? !Todo fino marico! ¿Y por tu casa marico? Bueno marico, ahí vamos marico, tú sabes marico, que mi mamá, marico, está jodida marico, y mi abuelo marico tiene un peo del corazón marico.
¿Y por tu casa? Marico que cagada!!!! mi hermano chocó en la moto y esta escoñetado marico

¿En serio marico? Sí marico burda de chimbo marico, tuvimos que hacer de todo marico para conseguir los reales marico.
La muletilla martillaba mi cerebro, el transcurrir del tren era lento, tan lento que sentí que entre estación y estación pasaban tres meses.
Marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico....

Al fin el tren frenó en Antimano y los hombres se despidieron. La hemorragia de marico se detuvo por un momento y fui feliz por tres meses. En Mamera se subió otro tipo y saludó ¿Qué más marico? Todo bien marico echándole bolas, tú sabes como es todo marico!!!!

marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, marico, así hasta la última estación que supongo era verano.

La fresa de la Discordia

La fresa de la discordia.
Intentaba concentrarme en el segundo capítulo de un libro de Santiago Roncagliolo, leer en el metro puede ser  un experiencia  un poco complicada, sobre todo para mí que soy tan disperso como un puño de papelillos.

En el  vagón resonaba la fresa de un odontólogo y olía a formol, como si de una funeraria se tratara.
<< Ella se limitó a suspirar. Abrió la puerta del ascensor, pateó su maleta al interior y se volvió para escuchar a Óscar una despedida, como la última palada del sepulturero.
_ ¿Sabes qué  es lo más increíble Óscar?  Que escribas telenovelas. Porque son historias de amor y  ése es un tema del que tú no tienes la más remota idea. >> …
Levanté la mirada y vi de dónde venía la voz de fresa sangrienta. Era bella, de esas bellezas que aporrean.  Ojos grandes y pestañas largas que se agitaban de forma frenética  al ritmo de su fascista discurso. 

La pena de muerte es la solución. Repitió tres veces, ella quería ser escuchada, hablaba como  la hermana menor, que necesita que todos en la casa la escuchen, se atropellaba,  y el ruido me reventó el tímpano, cuando la hoy decir  que se cagaba en los derechos humanos, que los malandros  son unas plagas y que hay que matarlos a todos.

Debió sentir que ella era un auténtico espécimen ario,  se mostraba altiva y desafiante, mis ojos se encontraron con los de otra chica, que igual que yo temblaba de miedo y no daba crédito a lo que estaba escuchando.
<< La puerta del ascensor se cerró  como una lápida sobre sus palabras. Óscar se quedó en el pasillo rumiando su abandono. Algo horrible acababa de ocurrir, pero le resultaba difícil precisar qué. >>

El tren  abrió la puerta en  la estación  Antímano, ella se despidió  y dejó sólo al chico que le acompañaba, el pobre muchacho tuvo que escuchar todos los cometarios que surgieron con su partida.  El ruido de la fresa paró de golpe, pero comenzaron a sonar ruidos de angustia.
Una señora sentada frente a mí, con el diario El nuevo país, consternada se atrevió a decir “Qué pena, tan bonita y tan mala”

Hoy no tenía ganas de hablar y bajé de nuevo la mirada hasta el libro.
<< Las palabras de la vecina quedaron flotando en el aire del vestíbulo. Óscar meditó sobre ellas. Había algo fascinante es sus palabras, algo que parecía esconder un mensaje oculto para Óscar, una lección sobre su vida personal>>
La señora seguía en su perorata,  cerré el libro y presté atención.  Su genuina preocupación me perturbaba, ella decía que estamos perdidos, “Un grupo de gente mata sin remordimiento y  otro grupo quiere que los maten a ellos”.  Sentí que el olor a formol se hacía más fuerte, la muerte se hace cada día más fuerte.

En todas partes hay cuentos de asesinatos, de sangre. La gente compite contando historias fantásticas de asaltos en la autopista,  de secuestros y violaciones,  quieren que sean más escalofriantes que las de los demás,  necesitan que todos tengamos miedo.

<<una lección de vida personal, solía ocurrirle que se le presentaban agazapadas en lugares insospechados, en la sección de lácteos del supermercado. En un rollo de papel higiénico a medio usar. En el envoltorio de chocolate  tirado en la calle>>
Los cometarios seguían su curso, por primera vez no participé, me quedé callado. No tengo respuestas a tantas preguntas.  Quería llegar a la Zona Rental  para escapar del miedo y correr a refugiarme en mi oficina.

Como todas las mañanas  quería llegar a contarlo todo,  corrí con la suerte de encontrar a Kapui en la puerta del edificio y me dejé  atrapar por sus brazos, en el ascensor  hice un chiste y nos reímos, entramos cagados de risa a la oficina. Entre los abrazos y besos de buenos días  se me olvidó la fresa sangrienta.  Como dice una canción de Silvio, se me hacía urgente olvidar tanto dolor.
 Tengo un nudo en la garganta  y mucha rabia, tanta que hoy no me atreví a hacer chistes de Pablo  Cohello, siento que el país se me va de las manos y no sé qué hacer.  Me estoy quedando en la queja colectiva, sumándome a los rumores, encerrándome más temprano, escondiéndome como hoy en los libros.  Será que sí es necesaria la pena de muerte para frenar…


<<Con la resignación de un mártir, Óscar se levantó, se arrastró hacia el baño y se abalanzó sobre el lavabo. Ajustó el grifo del agua con todas sus fuerzas, en actitud de llave de lucha grecorromana, y susurró amenazas por el agujero del agua. Luego se detuvo ahí un instante, para verificar que no sería necesario ningún tipo de explosivos plásticos.>>

El Rap de vagón.

 Hoy el tren viajó de espacio, afortunadamente el vagón tenía aire y no olía tan mal, a mi lado una señora leía las malas noticas en el periódico,  yo preferí  leer con ella de reojo que sacar mi libro. Un vendedor ofrecía una extensa gama de productos,  que iba desde los tostones con ajo hasta los caramelos de jengibre para aclarar la garganta. Su discurso similar al de muchos, parece aprendido en las aulas clandestinas de entrenamiento de vendedores ambulantes  con diplomado en metro.
     En esta escuela, los estudiantes reciben entrenamiento  en manipulación y civilidad. Dan los buenos días con mucho ánimo y se arrechan si no respondes. Pero dejemos el tema  de la escuela hasta aquí que eso lo voy a contar otro día con detalles.

   Seguramente, usted que ha viajado el Metro de Caracas; se ha encontrado con algunas parejas de “raperos”  que improvisan mientras caminan por el vagón, estos muchachos a mí me arrechan tanto como al vendedor que no le dan los buenos días. Estos carajos construyen su discurso en verso sin mucho esfuerzo, apelando a los defectos físicos de las personas o sus limitaciones.  Son como una especie de  Luís Chateing, creo que si él no hubiese tenido posibilidades de estudiar estaría ganándose la vida de esta forma.  Los tipos  tienen una fórmula muy básica para construir sus líricas, es como una canción express  de Ricardo Arjona.  Para mí, cada verso es como una cacheta. Quizás es porque sé que la descalificación muchos la confunden con humor y no hay quien se les explique la diferencia.

Hoy sentí ganas de golpearlos pero como sé que la violencia no se justifica, decidí cantarles estos versos en tonos de Rap menor:
Oye pana mío/no me asustes a la gente/no tienes cara de artista / tú pareces delincuente
Mira bien mi pana/ no me gustan tus zapatos/la verdad es que me agobias /con tu humor que es bien barato
Para tener buena lirica/ hay que ser inteligente/ un rap no se construye/ burlándose de la gente
Ya te pille mi brother/ ya se me tu formulita/Insultando a los ancianos/tú te ganas las Luquitas
Un verdadero artista/no se pone esa camisa/ no creas que es muy buena/esa pobre musiquita
Te metes con las mujeres/ crees que te las mereces/ Por qué insiste que eres macho/ no me aclares que oscureces.
Bájate ya del vagón/ ya me tienes ladillado /tú no eres un rapero/  eres rolo de guebón
  Si le cuesta imaginar lo que canto  vaya a este link
Inténtelo no será tan difícil, el humor estos días es cualquier cosa, fíjense hasta yo doy risa.


¿De cómo se soltó una gallina en el metro?


El ave en cuestión, venia en una caja de cartón en la que fue embalada aproximadamente a las 4 de la mañana en alguna población en de los Valles del Tuy. Presumo que la gallina sería sacrificada para obtener los beneficios de alguna deidad. La portadora vestía completamente de blanco y estaba acompañada de un señor, que lucía collares de muchos colores.
 El señor fue el encargado de recuperar al animal. La caja estaba amarrada con una cabuya no muy gruesa que servía de asa (En mi cabeza apareció la imagen de Lupita Ferrer en el primer capítulo de La Zulianita) Presumo que la gallina, comenzó a defecar desde el mismo momento que fue introducida en kenner improvisado, la mierda junto con el agua puesta en un potecito de margarina Nelly derramada por algún brusco movimiento del tren, fueron debilitando el piso. 

Cuando uno viaja a diario en metro, corre con la terrible suerte de enfrentarse a los olores cotidianos, así que en ningún momento me sorprendió el olor a mierda de gallina. Sé por cuentos de camino que es esté país los excrementos del ave se usan para curar el asma. Así que pensé que venía un niñito enfermo. 

Eran las 9 de la mañana y anden de la estación Plaza Venezuela estaba a reventar. Hacia unos minutos, los trenes que vienen de las líneas dos y tres habían desembarcado y como es normal a esa hora los trenes en la línea uno, presentan retraso. Yo estaba un poco molesto porque momentos antes un tipo escupió en el suelo y quería como matarlo, pero lo que más molesto me tenía era ver tanta gente leyendo libros de Pablo Cohello. En fin, la gallina abrió un hueco el piso debilitado de la caja y dando un saltito salió. Acto seguido se alborotó el gallinero en anden. Los gritos y risas, rompieron el silencio soporífero y la gallina obtuvo sus 5 minutos de fama. "No la mates” grito una doña “Está buena para un sancocho” grito otro. Miles de comentarios surgieron a mi alrededor, desde los defensores de los animales, los pre juiciosos de las religiones alternativas y un montón de cosas más que no recuerdo. Lo último que oí antes de ser empujado brutalmente para entrar en el vagón fue la voz de una mujer que dijo “Mijo cierra la boca que te va entrar una mosca”

Los hijos de Mazinger Z


 El tema de los olores en el metro, a mí me lleva loco. Crecí escuchando que los venezolanos somos limpios, nunca me dejaron salir de la casa sin antes bañarme y lavarme los dientes. La higiene siempre fue, es y será una necesidad de primer orden en mi vida y en la mayoría de las personas  que conozco.    

 Algunos piensan que son consecuencia de la escasez de algunos productos, pero yo difiero. Antes si las personas no tenían desodorante usaban limón y bicarbonato -que por cierto también sirve para lavar los dientes y dejarlos blancos- Siempre escuché historias de gente que no tenía ropa y la lavaba en la noche para tenerla limpia al día siguiente.   Y una que nunca se me olvida,  es la de una señora que ponía a hervir manzanilla   y usaba el agua como último enjuague del baño, para no oler a jabón azul  ¿Les había contado que a este jabón, se le atribuyen propiedades milagrosas que  sirve para sanar heridas y hasta es usado para lavar las casas y despojarlas de malas energías? (Que falta le haría al país un lavado con jabón azul).   

 Bueno, esta mañana al entrar al metro, percibí un fuerte olor, una mezcla de cebolla, tabaco y alcohol.  Sin exagerar en el vagón había moscas.  Las arcadas no se hicieron esperar, pero traté de ser discreto. Siempre me he cuidado mucho de las reacciones de la gente y de no pecar de racista o xenófobo. Un par de hombres negros, que luego descubrí eran haitianos, miraban al resto desafiantes y hablando en francés,  se sentían orgullosos de los olores cultivados en las últimas dos semanas  y hacían alarde de ellos. Un señora menos prudente que yo, o más valiente, restregó su nariz y dejo es capar un “Foooo carajo”  y acto seguido el hombre con cara de sorna, levantó las manos y se las llevó a la cabeza, el olor se apodero del espacio sentí de frente los rayos fotónicos, el otro hombre comenzó a reír triunfante, de su boca salían unos hediondos vientos huracanados y de inmediato pensé estos carajos están  emparentados con Mazinger Z. 

 Los insultos no se hicieron esperar  y los dos hombres reían más. Un tipo se acercó muy molesto y le atestó un golpe, el hombre dejó caer el brazo  y con la mano tumbó el libro de Pablo Coelho a una rubia que miraba con asco, no sé si su cara se debía al olor, o a la cosa horrenda que leía.  Al tipo se le borró la sonrisa  y apareció una expresión de miedo, miedo a ser linchado por querer jugar al zorrillo.  El tren paró en la estación Ruiz Pineda y los hombres salieron disparados del tren.   
  Quise intervenir pero el peso de mi mandíbula y las ganas de vomitar no me lo permitieron,  aún no puedo entender lo que pasa, admito que los tipos eran unos provocares ¿Pero se tenía que llegar hasta la manos? ¿Eran necesarios los insultos?  

  La verdad es muy difícil defender lo indefendible. Creo que el color de la piel del agresor o su nacionalidad, aquí no es lo importante, tampoco importa a que olían, lo que importa es la actitud agresiva y de confrontación, el deseo de romper el orden, de amedrentar. 

  Hace algún tiempo me sentí igual, cuando tenía  11 años  llegué muy alterado a la casa, porque unos vecinos extranjeros decían que los venezolanos éramos unos flojos que no servíamos para nada y  que los venezolanos eran una mierda. No tenía claro por qué  hablaban así de nosotros, del país que los recibía con los brazos  abiertos.  Le conté a mi papá y  él me dijo   que no me preocupara, que ellos hablaban así porque extrañaban mucho su tierra y la comparaban con la nuestra sin encontrar similitudes, también me dijo que esa gente venía aquí a trabajar y que en algún momento se darían cuenta del error que cometían, para que me tranquilizara  también me dijo entre risas y con abrazo  “hijo los venezolanos no somos flojos sólo somos más felices,  el problema es que algunos de estos musiú confunden brazos abiertos con piernas abiertas”.
 Será que debo consolarme pensando que los hijos de Mazinger z que bajaron del metro,  están atravesando por el mismo proceso que los inmigrantes portugueses y españoles que llegaron en la década del 50  y que les costó mucho adaptarse, pero ahora aman tanto esta tierra que dicen que pase lo que pese no se van  porque no sabrían cómo vivir sin la alegría de su gente.